El Papa apoya la laicidad de Sarkozy
El presidente francés acudió con su esposa, Carla Bruni, a recibir a Benedicto XVI al aeropuerto de Orly
Actualizado:Nicolas Sarkozy y Benedicto XVI coincidieron ayer en la defensa de una laicidad abierta al diálogo con la religión y que asuma el papel de la espiritualidad en la sociedad, lo que el presidente galo llama «laicidad positiva», en la jornada inaugural de la primera visita pastoral del Papa a Francia. Desde París, tras celebrar una misa al aire libre en la explanada de los Inválidos, el Santo Padre viaja hoy al santuario mariano de Lourdes, segundo destino católico más visitado después de Roma.
Sarkozy acudió con su esposa, Carla Bruni, al aeropuerto de Orly (sur de París) a recibir en persona al Obispo de Roma al pie de la escalerilla de un avión de Alitalia, compañía al borde de la quiebra que el ilustre pasajero confió tener presente en sus oraciones. El desplazamiento presidencial fue un «gesto fuerte» resaltado por el Elíseo, que sólo tenía el precedente de la visita del ex presidente sudafricano Nelson Mandela en septiembre de 2007. Jacques Chirac, anterior jefe del Estado francés, ya había tenido la misma deferencia con Juan Pablo II a quien acogió en sus viajes a Francia. También iba al aeropuerto acompañado por su mujer, Bernadette, tocada siempre con mantilla, a diferencia de la tercera esposa de Sarkozy, primer presidente francés divorciado anfitrión de un papa.
Ya en el palacio del Elíseo, Sarkozy defendió de nuevo ante el Santo Padre su concepto de laicidad positiva como había hecho el pasado diciembre con motivo de la visita que le hizo en Roma. Pero esta vez se mostró más moderado en su formulación y no repitió la idea de que «el profesor jamás podrá sustituir al pastor o el cura» que había indignado a los guardianes de la ortodoxia laicista.
Tampoco insistió como entonces sobre las raíces «esencialmente cristianas» de Francia y prefirió referirse a «raíces entremezcladas en el pensamiento griego y judeocristiano, en la herencia medieval, el Renacimiento y el Siglo de las Luces». Tales precauciones no evitaron que desde la oposición de izquierda y ecologista se denunciara una promoción del pensamiento cristiano en la esfera pública contradictoria con la ley que desde 1905 separa la Iglesia y el Estado, piedra angular del laicismo francés.
«Dialogar con las religiones es legítimo para la democracia y respetuoso con la laicidad», proclamó Sarkozy, para quien «sería una locura» prescindir de las religiones, «sencillamente una falta contra la cultura y el pensamiento». «Por eso llamo a una laicidad positiva, que respete, una y dialogue, y no una laicidad que excluya y denuncie», prosiguió. «En esta época de dudas, la laicidad positiva ofrece a nuestras conciencias la posibilidad de dar sentido a nuestra existencia más allá de las creencias y los ritos», añadió. A su juicio, «el diálogo con y entre las religiones es un importante reto del nuevo siglo» al que los gobernantes pueden contribuir si las respetan.
En su respuesta, el Papa saludó la «expresión bella de laicismo positivo». «En este momento histórico en el que las culturas se entrecruzan cada vez más entre ellas, estoy profundamente convencido de que una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad es cada vez más necesaria», enfatizó. En este contexto juzgó fundamental no sólo distinguir entre el ámbito político y el religioso sino «adquirir una más clara conciencia de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético de fondo en la sociedad».
Religión universal
En la primera alocución del viaje a un país en el que el 51% de la población se declara católica y el 10% practicante, el Soberano Pontífice constató que «la Iglesia en Francia goza actualmente de un régimen de libertad». «La desconfianza del pasado se ha transformado paulatinamente en un diálogo sereno y positivo, que se consolida cada vez más», agregó. Antes, a bordo del avión, había declarado que «la laicidad en sí misma no está en contradicción con la fe, diría incluso que es fruto de la fe, porque la fe cristiana fue desde el principio una religión universal».
En el discurso del Elíseo, el Papa condenó de forma implícita el aborto y la eutanasia al postular la promoción y el respeto de «los derechos inalienables del ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural». También aludió a los conflictos bélicos en el Cáucaso cuando evocó el «peligro del resurgir de viejos recelos, tensiones y contraposiciones entre las naciones, de las que hoy somos testigos con preocupación». «Francia, históricamente sensible a la reconciliación entre los pueblos, está llamada a ayudar a Europa a construir la paz dentro de sus fronteras y en el mundo entero», subrayó en presencia de Sarkozy, presidente en ejercicio de la Unión Europea.