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Editorial

Alivio relativo

La confirmación de que los precios bajaron cuatro décimas en agosto por efecto del abaratamiento del barril de crudo aligera la presión inflacionista que atenaza a la economía española y permite al Gobierno alentar la expectativa de que el índice situado hoy en el 4,9% pueda descender en los próximos meses hasta el 4%, una cifra preocupante pero más asumible. El alivio que está provocando la contención del petróleo y, en menor medida, de los alimentos no debería llevar, no obstante, a alimentar la confianza sobre una evolución favorable de los precios que podría quedar desmentida por los hechos, con el consiguiente perjuicio en una coyuntura tan deprimida como la actual, y sobre cuya predicción no hay unanimidad. Así lo demuestra la revisión al alza realizada por el Banco Central Europeo sobre el horizonte inflacionista y su advertencia de que perseverará en su combate para impedir que aquél se desboque, aun cuando su estricta política monetaria pueda comprometer la reactivación de las economías comunitarias -entre ellas, la española- al borde de la recesión.

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La eventual moderación de los precios constituye el principal y más visible instrumento con que contaría el Gobierno para tratar de animar la alicaída confianza de los ciudadanos e incentivar con ello el consumo interno, difícilmente permeable en un contexto tan complicado a medidas de efecto limitado como la de la devolución de 400 euros a los contribuyentes. De ahí que el lastre que supone la fuerte dependencia energética de nuestro país a la hora de aminorar las tensiones inflacionistas no pueda desembocar en un desistimiento del Ejecutivo de la responsabilidad que le atañe en procurar el control de la misma; lo que exige corregir aquellos déficits específicos que mantienen el diferencial de precios con respecto a la zona euro en torno a un constante 1% y una exhaustiva labor de inspección que persiga la especulación y asegure que los descensos de los costes en origen se trasladan a los consumidores sin retrasos indebidos. El respiro proporcionado por el IPC interpela al Gobierno para calibrar con mesura el alcance de sus expectativas. Pero sobre todo para que el realismo que parece haberse impuesto en la gestión de la crisis no se vea nuevamente cuestionado por afirmaciones tan desafortunadas como las del vicepresidente Solbes, al minimizar las consecuencias que tendría la recesión si ésta limpia la economía.