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El 11-S vuelve a unir a los americanos Roban en casa de la abuela de Obama
El recuerdo de los atentados de Al-Qaida logra que McCain y Obama aparquen su contienda electoral para homenajear a las víctimas
Actualizado: GuardarLa desgracia del 11-S unió a los norteamericanos. Su recuerdo, siete años después, ha hecho coincidir a los dos hombres más enfrentados en la actualidad en Estados Unidos. Los candidatos a la presidencia el republicano, John McCain, y el demócrata, Barack Obama, compartieron ayer el único punto de coincidencia que sus programas electorales les permiten antes de la cita con las urnas.
Ambos abandonaron su lucha por la Casa Blanca para rendir homenaje a las más de 3.000 personas que perdieron la vida víctimas de la sinrazón terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentágono de Washington y el avión secuestrado que se estrelló en un descampado de Pensilvania. Pero decidieron ocupar un segundo plano. El protagonismo era de los familiares de las víctimas.
McCain participó en un acto en Shanksville, donde cayó el vuelo 93 de la aerolínea United Airlines, que costó la vida a los cuarenta pasajeros y la tripulación. El senador de Arizona guardó sus ataques electorales para especular sobre la creencia de que «los terroristas intentaban estrellar el aparato contra el Capitolio». «He sido testigo de la gran valentía y sacrificio por el bien de Estados Unidos, pero no he visto un mayor sacrificio de personas que asumieron la gravedad del momento, entendieron la amenaza y decidieron luchar al costo de sus propias vidas», añadió.
Obama, por su parte, afirmó en un comunicado que siempre recordará «los extraordinarios esfuerzos de nuestros bomberos, policías y personal de emergencia, y aquellos que sacrificaron sus vidas en el vuelo 93 para proteger a sus compatriotas». Posteriormente, los dos aspirantes hablaron sobre la importancia del servicio público y la participación cívica.
Mañana gris
Mientras tanto, los homenajes a las víctimas se repartían por todo el país, con Nueva York como punto neurálgico del recuerdo. La Gran Manzana se despertó grisácea y algo nubosa para celebrar el séptimo aniversario de los terribles atentados del 11 de septiembre. En el epicentro de aquella jornada negra, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, dirigió una ceremonia que comenzó con un minuto de silencio a las 8.46 horas, el momento exacto en el que se produjo el impacto del primer avión contra una de las torres del World Trade Center.
La solemnidad que reinaba sobre la Zona Cero estuvo marcada por las breves palabras del primer edil de la ciudad, quién explicó que en «un día como hoy hace siete años nuestro mundo quedó roto por una tragedia que nos unió para siempre en una memoria común y una historia común». La comparecencia de Bloomberg estuvo seguida por la tradicional lectura de los nombres de las 2.751 personas que perecieron ese día. La relación sólo fue interrumpida por un nuevo minuto de silencio a las 9.03, el instante en que el segundo aparato secuestrado por los terroristas de Al-Qaida impactó contra la segunda torre.
De forma paralela, en Washington, George Bush, acompañado por su esposa, Laura; el vicepresidente, Dick Cheney, y la mujer de éste, Lynn, salieron al jardín sur de la Casa Blanca para guardar también un minuto de silencio. Posteriormente, el presidente se dirigió hasta el Pentágono, sede del Departamento de Defensa, donde acompañado por el secretario de Defensa, Robert Gates, y su predecesor, Donald Rumsfeld, presidió la ceremonia de inauguración de un monumento en recuerdo de las 184 personas que fallecieron en el atentado. La escultura representa a las 59 personas que murieron en el vuelo 77 de American Airlines y a las 125 que perecieron trabajando aquella jornada.
«Nunca olvidaremos la forma en la que este gran edificio fue golpeado. Nunca olvidaremos a los familiares y amigos que nos quitaron. Y nunca olvidaremos lo que estos mortíferos ataques significaron para nuestro país», aseguró Rumsfeld. Bush le siguió en el atril. «En un día en el que los edificios cayeron, los héroes se levantaron. En uno de los peores días en la historia de América se vieron algunos de los hechos más valientes en la historia de nuestro país», dijo. A estas alturas de campaña electoral, es un hecho que la obamamanía traspasa fronteras. Esta vez, la atracción por el protagonismo que rodea a Barack ha llegado hasta la pequeña aldea de Kogelo, en Kenia, donde reside la abuela del candidato demócrata.
Sarah Obama sigue desde su modesto televisor la carrera hacia la Casa Blanca, alejada del revuelo mediático que envuelve cada movimiento de su nieto. Pero la tranquilidad se vio interrumpida la noche del miércoles cuando un grupo de ladrones asaltó su casa para apropiarse del panel solar situado sobre su tejado.
Sarah vincula el robo a que los kenianos ven a Obama como héroe con poder político y, sobre todo, económico. «Los ladrones son gente que vive por aquí y cree que mi nieto ha estado mandándome mucho dinero», explicó.
El mes pasado, la familia de Obama ya solicitó protección, pero sus peticiones no fueron atendidas, así que colocaron alambre de espino alrededor del terreno, que de nada ha servido para disuadir a los ladrones.