Debate de trámite
Zapatero sorteó ayer con aplomo la borrasca del debate económico frente a un Rajoy que es consciente de que tiene la gran ocasión de su vida de explotar la debilidad de un Gobierno acosado por una crisis de alcance cuasi planetario y tan compleja que admite pocos parches a escala nacional.
Actualizado: GuardarEn líneas generales, Zapatero estuvo en su papel. Reconoció con realismo la gravedad de la situación, invocó la necesidad de la confianza para salir del pozo, animó a los españoles con la ya conocida relación de ventajas comparativas que estimulan cierto optimismo, asumió la plena responsabilidad de sacar a este país de la crisis y describió el conjunto de medidas ya conocido, ampliado con algunas ayudas a los promotores inmobiliarios.
Si acaso, habría que subrayar dos rasgos interesantes de la intervención de Zapatero: de un lado, la afirmación de que este conjunto de medidas, y muy especialmente las tendentes a lograr una mayor competitividad, son prácticamente las mismas que deben generar un nuevo modelo de desarrollo basado en la economía del conocimiento, es decir, en la innovación, el desarrollo tecnológico y el valor añadido. Y, de otro lado, el énfasis en la necesidad de acelerar las reformas estructurales que han de contribuir decisivamente a la modernización del país e, indirectamente, a la reducción definitiva del diferencial de inflación que nos separa sistemáticamente de la Eurozona.
Rajoy volvió a confundir las promesas con las previsiones, imputó toda la carga de la crisis al Gobierno, afeó los malos datos macroeconómicos, exageró nuestras carencias y olvidó que el repertorio de problemas propios ya pendía del techo cuando el PP abandonó el poder en 2004. En cualquier caso, el líder de la oposición ofreció sus propias recetas anticrisis, lo cual es plausible en este género de debates parlamentarios en que el interés partidario sobrevuela a menudo el interés general: control del gasto, con un crecimiento de sólo el 2% para el 2008, inyección financiera a las pymes mediante una reducción del impuesto de sociedades al 20% y lucha contra la inflación mediante reformas estructurales.
En este mundo globalizado los márgenes de actuación de los gobiernos nacionales son muy escasos, y probablemente no se pueda hacer más que lo anunciado. Si acaso, las direcciones apuntadas por el Gobierno socialista y por el PP difieren en un matiz de fondo: el mayor recorte presupuestario sugerido por éste y la nueva reducción fiscal limitaría todavía más los recursos disponibles para mitigar el infortunio de quienes más duramente soportan el peso de la adversidad, las familias y sobre todo los parados. Esta evidencia fue ayer el argumento más eficaz de Zapatero en su réplica a Rajoy.
Ambos líderes apelaron a la necesidad de recuperar la confianza de los agentes sociales y de los mercados. Lo cierto es que la palabra de los políticos actúa sólo muy tangencialmente sobre la opinión pública, que es capaz de valorar por sí sola el alcance, la responsabilidad y el horizonte de la crisis. De una crisis que viene de fuera y que nos ha puesto a nosotros en evidencia al señalar dramáticamente nuestras viejas carencias, nuestros errores antiguos y nuestras omisiones más recientes.