«Todo es nuevo para mí»
Rafael Ricardi, después de haber estado trece años en prisión tiene que acostumbrarse a vivir de nuevo. Cuando fue encarcelado aún circulaban las pesetas, y ahora tiene que adaptarse a una nueva moneda y unos precios que ve «desorbitados». Muy extrañado, explicó cómo hace unos días tuvo que pagar más de 1,50 euros por un café. Incluso le confesó al camarero que le parecía «exagerado» el precio de la consumición.
Actualizado: GuardarPor eso, cada mañana este portuense acude al bar Transporte donde encuentra la buena compañía de Juan, un amigo de la infancia que «se alegró enormemente» cuando lo vio entrar por las puertas del bar. «Allí me tomo el cafelito y charlo un rato por las mañanas en compañía de mi amigo».
Y es que Ricardi sólo busca vivir tranquilo. No quiere lujos ni complicaciones. Se conforma con pasear y charlar con la gente que se va encontrando. Gente que ha cambiado mucho en trece años. «Muchas veces tengo que detenerme y fijarme bien en la persona para reconocerla», comentó mientras recibió el saludo de una mujer que Ricardi pareció no reconocer muy bien.
Pero el cambio de moneda no es la única asignatura pendiente de Rafael. Y es que si aún sigue pensando en las antiguas pesetas, tampoco consigue terminar de entenderse con la telefonía móvil. «Éste es el peor regalo que me han hecho», comentó entre risas mientras salió un momento de la cafetería para atender una de las muchas llamadas que recibe cada día.
Poco a poco se va haciendo con el artilugio, aunque el primero que le regalaron lo dejó inutilizable después de introducirle todos los códigos PIN y PUK que se le ocurrieron. «Ahora ya lo voy entendiendo mejor y por el momento este me funciona perfectamente».
Además, Ricardi tiene que acostumbrarse a ser centro de atención. Los medios de comunicación se han revolucionado con su historia. Por ello, ahora cuenta con el apoyo de una representante que le organiza la agenda con los medios de comunicación. Pero Ricardi tiene sus preferencias. Prefiere sentarse en un bar a charlar con los periodistas sin que haya cámaras de televisión ni focos en medio. «La verdad que lo de la televisión es un poco lioso con tantas cámaras», explicó entre risas.
De este sencillo modo, recorriendo las calles de la ciudad que le vieron nacer y adaptándose a la nueva realidad, Ricardi espera recuperar poco a poco la normalidad.