El bautizo
El último Pleno trató la propuesta de Izquierda Unida de realizar en Cádiz actos de acogimiento civil a los recién nacidos, que no bautizos civiles, nombre con el que han venido caricaturizando la iniciativa. Para quien no lo sepa, los baños sagrados de purificación antes de entrar en una religión son precristianos. Ya se realizaban en Babilonia, o en el culto de Isis egipcio, o en el judaísmo. Están en el hinduismo y el budismo. De hecho, nadie se ha mostrado ofendido o herido en su religiosidad cuando, hace diez días, un destacado chirigotero celebró, con colaboración municipal, su pagano bautismo caletero. Lástima que el debate fuera, al final, tan superficial como confuso. Porque, en contra de los que creen que el asunto es menor, pienso que plantea el modelo de las relaciones de respeto con el que las instituciones deben tratar los valores personales de cada ciudadano. Y, aquí, lo que menos ha habido es respeto.
Actualizado:Soy de la opinión de que ese acogimiento civil no es necesario. Quienes creemos que todo niño o niña, como persona propia, tiene derecho a elegir la religión o los valores éticos que quiera, con independencia de los que tengan sus padres, defendemos que esa decisión la tome esa persona, que no se olvide es distinta a nosotros, sólo cuando tenga edad para asumirla libremente. Para eso no necesito ninguna ceremonia. Ni civil ni religiosa. Sólo respeto para que no señalen a esa persona de pocos años como rara por no estar bautizada, que no se haga catequesis en horario de clase para que no tengan que apartarla de sus compañeros, que no se le programen obligatorias entregas de flores a la Patrona, que ningún profesor o profesora la humille permitiéndose en clase pedir por la salvación de su alma, que ningún otro padre de cualquiera de sus compañeros se atribuya el derecho de apiadarse en público de ella -situándose en una posición de superioridad moral intolerable-. No necesito un acogimiento para el recién nacido, sino vigilancia el resto de su vida para que su libertad no esté condicionada por la falta de respeto de los demás a su autonomía personal. Y mecanismos tan sencillos tanto para entrar en una confesión religiosa como para salir de ella, quien quiera hacerlo. Ahora mismo no los hay.
El que yo no crea necesario ese acto de acogimiento civil no significa que no defienda el derecho de que lo pidan quienes sí lo creen necesario. Aquí se ha pasado a ridiculizarlos, en vez de discutir desde las prioridades o ideologías de cada uno. La iniciativa se ha llegado a calificar de mamarrachada, estupidez, parodia civil o petición ridícula. También la alcaldesa Martínez tuvo una reacción muy fea, burlándose de la propuesta, remitiendo esas celebraciones a la casa del portavoz izquierdista -que mal respondió insultándola a su vez-, o sugiriendo una fiestecilla al inscribirse en el Registro Civil. Bastaba el argumento que empleó en el Pleno: que ese acogimiento, con todos sus efectos legales, ya se produce en el acto de inscripción del recién nacido. Pero esos derechos civiles también se les conceden, en ese mismo registro, a los niños que después van a ser bautizados, sin que a nadie se le ocurra criticar que hagan dos veces lo mismo, porque todos tenemos claro que significan cosas distintas. ¿Nadie ha querido entender que no se ha pedido un reconocimiento de derechos, que evidentemente ya existen, sino un acto festivo público?
Uno de esos comentaristas de la indignación, llegaba a pedir la intervención del defensor del Pueblo para proteger a los niños de la decisión de sus padres de alienarlos para siempre con la lectura de los Derechos Humanos en su acogimiento. Y ahí está la clave. En todos los casos es una decisión, sin duda bienintencionada, tomada por los padres y no por los propios hijos al llegar a adultos. Pero, desde una supuesta superioridad moral, se quiere imponer que esa decisión sólo es buena y, por lo tanto, digna de respeto, si coincide con la moral católica. La propuesta, que no dejaba de ser una tímida llamada de atención de la existencia de otra moral, merecía ser tratada con más respeto.