Alonso partirá desde la sexta posición en Spa

Anthony Hamilton resopló aliviado cuando Kovalainen cerró la hilera de pasos por meta en la Q3 del Gran Premio de Bélgica. La pole -quinta del año- había caído en manos de su hijo, Lewis, en un fin de semana en el que nadie ha podido (ni puede) estar tranquilo. No en Spa-Francorchamps, un circuito interminable (7.003 metros), con 17 grados en el asfalto y la humedad prendida a un firme no siempre estable.

Un trazado en el que el agua puede hacer acto de presencia inesperada, donde Heidfeld comenzó dominando la jornada, con Alonso (tercero) colgado de su chepa. El mismo escenario en el que el ego galo saltó por los aires cuando Sebastien Bourdais remataba la Q1 como el más rápido al volante de un Toro Rosso. Al final, las sorpresas fueron las justas. Sí, pero la fiesta no ha acabado. De hecho, lo de la calificación es poco menos que la confirmación de la lista de invitados y la comprobación de que el catering estará listo en tiempo y forma.

Lecturas hay para todos los gustos. Si se toma la referencia del año pasado, Hamilton podría asestar un nuevo machetazo a la clasificación, ya que en 2007 las dos primeras filas de la formación mantuvieron su estricto orden entre la calificación y la llegada. Esto es, Raikkonen, Massa, Alonso y Hamilton. Pero ver al brasileño, encendido como está, contestando al inglés en la arrancada bien vale aparcar hoy por unos instantes el ritual del vermú.

Para Alonso, lo más positivo es que se cumplieron sus vaticinios más benévolos. Deseó en voz alta, tras uno de sus mejores fines de semana de la temporada, no irse más allá de la séptima plaza, asumiendo que el binomio Ferrari-McLaren es inalcanzable. Sólo se le coló el BMW de Heidfeld.

Volviendo al meollo de la parrilla, el escalonamiento McLaren-Ferrari, cifrado en las seis décimas que separan a Hamilton de Raikkonen (cuarto) encierra la respuesta a todas las preguntas que vayan a surgir en la carrera dominical.