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TRIBUNA

Miradores en venta

El Ayuntamiento de Cádiz ha decidido, como si de El Cambalache se tratara, poner en venta los miradores de las playas de Cádiz. Con lo que le costó a Carlos Díaz limpiar de chiringuitos y de casetas particulares las playas de la ciudad, ahora, en los últimos años, vemos resurgir ese movimiento cutre de adornar lo más bello de Cádiz, sus playas, con artilugios, tenderetes y construcciones ilegales que no dan prioridad a lo verdaderamente patrimonial nuestro, el paisaje natural. La vista gorda no es tal por el Ayuntamiento, cuando existe, en el fondo, una guerra de administraciones para echarse la pelota los unos a los otros; quedando el ciudadano en una tierra de nadie y con la indefensión ante la Ley que supuestamente es nuestra única tabla rasa y a la que todos nos debemos atener.

Francisco Piniella |
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En el caso de la célebre y canturreada Caleta, postal de postales, parece que los que se hacen las fotos con la caballa al final del verano y luego vienen a La Viña a darse golpes de pecho para pedir los votos, no tienen muy claro eso de parar el kiosco-Titanic que quieren plantar delante justo de una de las vistas más espectaculares de Cádiz. El famoso pé-gou parece que aquí se emplea como si fuese un cuplé de carnaval, con la alegría del ahora sí, ahora no y al ritmo del tres por cuatro; y todo deriva en una inseguridad jurídica de lo que hay, de lo que habrá o de lo que pudiera haber edificado en la ciudad. Una ciudad que además no está para alardes de Urbanismo, teniendo en cuenta la saturación del espacio y del reducido entorno en el que vivimos.

Para colmo tampoco existe una idea muy clara por parte del Gobierno andaluz de que hacer con la Escuela de Náutica, un edificio patrimonio de los gaditanos, de recursos arquitectónicos importantes y que, por supuesto, requiere de una reforma integral; pero que hoy día es perfectamente compatible con el mantenimiento de su fachada y su recuerdo de tantos años de formación de los marinos mercantes que venían a Cádiz a estudiar una de las carreras que han dado seña a la Universidad de Cádiz.

Y si seguimos playa abajo nos encontramos con otro anuncio del «Se vende - Razón Teofila Martínez», el otro kiosco-Palacio de Santa María del Mar. El famoso restaurante mirador de un conocido empresario gaditano que llamó ancianos y hippies a los que se asomaron a la plaza un día a protestar; ahora se encuentra parado, pero nadie se atreve a creerse que no se va a hacer, y de hecho este mismo martes se retomaron por la noche las concentraciones de vecinos y asociaciones que ven en el proyecto otro pegote más en la línea de costa que nos da ese estandarte a los gaditanos de tener una de las puestas de sol más bonitas de Andalucía. Porque en realidad lo que aquí se debate es la defensa de lo público sobre lo privado, la venta de algo que es de todos para unos cuantos, la idea de la mercantilización del ocio y del disfrute de una simple mirada al horizonte. Así esta la ciudad, vendiendo sus miradores. Ya hace unos años fuimos vendiendo los pocos espacios verdes que teníamos para convertirlos en parques duros, cuya función principal era y es la de ser tapaderas de garajes con el único objetivo de hacer rentable el espacio. Lo natural no esta de moda en el Ayuntamiento, «y yo por lo verde me muero » como decía Paco Rosado en su chirigota; no existe conciencia pública, y me temo que en muchos aspectos tampoco privada, de que el cuidado de nuestro entorno natural es el verdadero patrimonio que dejaremos a nuestros hijos, más allá de edificios de cemento que sólo proporcionarán pingues beneficios para unos pocos en detrimentos de todos. Tachemos los gaditanos y gaditanas para siempre del semanal de ventas inmobiliarias, esos anuncios del Ayuntamiento; porque aquí en Cádiz no se venden miradores; ¿que no están en venta!