CALLE PORVERA

El estrés post-vacacional

Que quieren que les diga, a mí eso del estrés post-vacacional me suena a cuento chino para retrasar la vuelta al trabajo. Qué sí, que habrá a quien dejar las vacaciones aparcadas durante 11 meses le siente tan mal que hasta le de taquicardias, pero eso hoy en día nos pasa a todos.

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Apatía, ansiedad e irritabilidad son algunos de los síntomas, sin olvidar que hay a quien le cuesta conciliar el sueño. Y no es de extrañar si miramos la mesa de trabajo cuando nos reincorporamos y vemos la cantidad de cosas que tenemos que hacer. Tener apatía es normal, ¿no causa desgana encerrarte en un despacho mientras que se piensa en las magníficas vacaciones que hemos pasado en la playita? Padecer ansiedad es casi normal, y es que asumir de nuevo como habitual las prisas por acabar en tiempo y forma algo o poner en orden todo aquello que uno debe hacer en menos de ocho horas -lo que supuestamente dura una jornada laboral- siempre provoca cierta ansiedad.

Irritabilidad. Este punto es más que comprensible. Un buen día te llama un compañero que está en la oficina y te dice aquello de «¿qué? ¿apurando tu último día en la playa? Aprovechate hoy que mañana se te acabó el chollo». En ese momento a uno se le corta el cuerpo, le entra más calor si cabe y tiene que darse un baño en las aguas de El Palmar para despejarse. Desde ese momento la irritabilidad va en aumento. Al día siguiente suena el despertador bien temprano, la mala leche crece, y cuando llegamos al trabajo hay quien tira bocados. Eso sí, poco a poco todo se pasa y en menos de una hora la vorágine del trabajo le hace a uno olvidarse de que hace unos días disfrutaba de unas merecidas vacaciones. Y, piénsenlo, como está la cosa, es mejor llevarse este sofoco temporal a no tenerlo por falta de trabajo.