Cartas

Vivir para ver

Instalamos un hermoso árbol en el interior del lujoso vestíbulo de un edificio público, nos puede resultar extraño, quizá estético y hasta posiblemente original; pero no es el sitio adecuado.

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Un árbol necesita luz de sol, aire natural y espacio suficiente para extender sus raíces. Por muy original que nos pudiera parecer, no es lugar adecuado para instalar un árbol.

El día 22, a las 22.00 horas y en el Baluarte de la Candelaria, asistimos a la final del XI Concurso Nacional de Baile por Alegrías.

Continúo en mi postura de que el arte del cante y baile flamencos expuestos como espectáculo, pierden valores. Es parecido, un poco, al ejemplo expuesto al principio sobre el árbol.

La representación no estuvo mal, pero en un espectáculo de esta naturaleza los sentimientos que se expresan en el cante y en el baile están condicionados, no fluyen de una forma natural; los mecanismos que liberan el ánimo verdadero y la inspiración, van forzados, no emanan como torrente limpio, fresco y libre para expandirse por su cauce, regalando con su rumor, a los sentidos del observador, expectante y ansioso de emocionarse.

En un espectáculo organizado, por muy bien que se haga, siempre percibimos un valor disminuido y equívoco de la realidad del artista. Lo cierto es nos hemos acostumbrado a eso y es a lo que llamamos expresión artística del flamenco en la actualidad.

Tengo que destacar como artistas al bailaor de Sevilla Oscar de los Reyes, primer premio, y a María José Franco, bailaora, que estuvo genial. Me sorprendió la bailaora Kayoko Nakata, una japonesa que ha asimilado nuestra cultura con resultados sorprendentes; le concedieron un merecido segundo premio

Jaime Álvarez Cabrera. Cádiz