CRÍTICA DE TV

The company

Es apabullante. Es lo menos que puede decirse de The Company, la miniserie norteamericana de espías con la que Cuatro ha estrenado curso, mes y temporada. Es apabullante por la calidad de su puesta en escena, por la excelente producción, por las perfectas interpretaciones, por la intensidad de su relato. Se trata de una producción de Ridley y Tony Scott que ha amadrinado la cadena TNT y que cuenta la historia de la guerra fría vista desde dentro de los servicios de espionaje. El relato se basa en la novela homónima de Robert Littell y nos lleva desde el Berlín de la segunda posguerra mundial hasta la Hungría de 1956 y la Cuba de 1960 para acabar en el Moscú de la perestroika. Sus protagonistas son los agentes de la CIA y de la KGB, y de paso se nos cuenta, con bastante buen tino, la historia de buena parte del siglo XX.

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A la crítica le gusta incidir en aquellos aspectos que pasan desapercibidos para la mayor parte de los espectadores: la sincronización de música e imagen, la iluminación de los escenarios, etc. En The Company son extraordinarias, en efecto, la música de Jeff Beal y la economía de luz que administran los hermanos Scott, pero quizá lo que más impresiona es lo que se ve y se oye: las interpretaciones, los escenarios exteriores, los diálogos... Ojo, que son impecables: por densidad expresiva, por belleza, por concisión, por intensidad, por sentido de la oportunidad.

En la mayor parte de los productos televisivos, los diálogos están puestos al servicio del discurso de la imagen, subordinados a la narración visual, y ahorran la expresividad para emplearla en las cuatro o cinco secuencias fundamentales de la trama. En The Company, no: aquí la gente dice muchas cosas, todas cargadas de sentido, y sobre esos diálogos y parlamentos se construye la historia interior de cada personaje; como además están escritos con la finalidad de expresar mucho y hacerlo bellamente, escucharlos es una fiesta para la inteligencia. Semejante tensión expresiva no se mantiene a lo largo de todo el relato, pero sí con la frecuencia suficiente para adquirir un protagonismo decisivo.