Un curso complejo
Decía Gil Calvo que en política el otoño comienza el 1 de septiembre, adelantándose tres semanas al calendario solar. Y, efectivamente, aunque la canícula no nos ha abandonado todavía y el verano continúa pletórico, se experimenta un desagradable escalofrío cuando se pergeña mentalmente el itinerario que nos aguarda.
Actualizado:El conjunto de los afanes que habremos de encarar forma un conglomerado complejo en el que todo tiene que ver con todo. Sin embargo, las mayores urgencias pertenecen a la categoría económica. Ya corre el plazo de tres meses que Solbes ha convenido con las fuerzas políticas para acordar la financiación autonómica, que parece que podrá ser consensuada con el Partido Popular (Rajoy apenas exigía el domingo tres condiciones para ello: unanimidad, no aumentar los impuestos y no dejar desprotegido al Estado). Y es obvio que la conducción de ese acuerdo condicionará decisivamente los Presupuestos Generales del Estado, en los que el Gobierno quiere que el gasto público crezca sólo el 4%, en tanto el PP propone que ese incremento no pase del 2%.
La financiación autonómica podría asimismo quedar afectada por la sentencia del Constitucional sobre los recursos contra el Estatuto de Cataluña, que nadie sabe todavía si va a ser dictada por este tribunal o por el renovado.
En las próximas semanas, PP y PSOE deberán plasmar la afirmación pública de su acuerdo antiterrorista, que ahora cuenta con nuevos elementos: Urkullu ha manifestado que quiere estar desde el primer momento en la génesis del acuerdo, ya que no es voluntad del PNV sumarse a un pacto ya suscrito y el presidente de los nacionalistas vascos ha mostrado su conformidad con los cinco puntos verbalizados por los dos grandes partidos.
Todo lo anterior habrá de hacerse en un ambiente claramente preelectoral puesto que muy probablemente se celebrarán en primavera las elecciones gallegas y vascas. Aquéllas, con seguridad, puesto que el presidente Pérez Touriño ya ha confirmado que sólo piensa adelantarlas lo preciso para que no coincidan con las elecciones al Parlamento Europeo de junio; y las vascas habrán de ser en abril si Ibarretxe no las adelanta tras el naufragio de la imposible consulta.
La rentrée está, en fin, cargada de contenidos, y sin embargo es más pacífica que las de la legislatura anterior, a causa evidentemente del nuevo tono del PP, que quiere convertirse, por vía de la moderación, en una opción posible incluso para quienes no comparten el grueso de su doctrina.
Este cambio permite esperar que los debates que se avecinan sean asimismo templados y constructivos. En materia de política económica, Rajoy ha concretado que sus posiciones no están muy alejadas de las del Gobierno. Resultaría muy positivo que Gobierno y oposición sustituyeran en este asunto tan sensible la táctica de la descalificación mutua por la del debate.
Es de agradecer que la antigua confrontación a cara de perro y sin lugar para la coincidencia haya dado paso a este clima más habitable, en que los problemas más arduos parecen incluso menos insolubles.