'Gustav' suspende a Nueva Orleans
El huracán llega debilitado a la ciudad devastada por el 'Katrina' y gana en fuerza a los diques aún sin reparar por la catástrofe
Actualizado: GuardarEl huracán Gustav llegó ayer hasta las costas de Luisiana a tanta velocidad que no pudo reabastecerse en las cálidas aguas del Golfo de México, por lo que perdió fuerza en cuanto tocó tierra en la localidad de Cocodrie. Sin embargo, la verdadera amenaza para la ciudad de Nueva Orleans era la descarga de agua que arrastraba sobre los diques aún sin reparar desde el desastre del Katrina.
Por mucho que el cuerpo de ingenieros del Ejército lo negase, las imágenes hablaban por sí solas: El agua del lago Pontchartrain se escapaba en cascada por las grietas de los diques que protegen el Canal Industrial de la calle 17, el mismo que cediese hace tres años e inundase el barrio del Lower 9th Ward, dos días después del Katrina. Las autoridades insistían en que el dique todavía no estaba diseñado para contener el agua al cien por cien, lo que quedaba claro por los sacos de arena que fueron colocados bajo las grietas en vísperas de la llegada del huracán.
El efecto de las inundaciones sobre la frágil infraestructura, a la que le falta una inversión de 11.000 millones de dólares, estaba ayer por ver. El alcalde de la ciudad, Ray Nagin, había advertido que se necesitarían otras 24 horas para ver si la ciudad había sido exonerada de otro desastre.
Cerca de dos millones de personas habían huido tierra adentro al sur de Luisiana en las horas que precedieron a la llegada de Gustav, aterrorizadas por las pesadillas del Katrina, que muchos no han logrado olvidar.
Era el caso de un hombre que se resistió a las órdenes de evacuación obligatorio, e incluso a los persuasivos consejos del equipo de la CNN, que le ofreció ayuda. «Sería como traicionar a mi esposa, que murió justo este mismo día hace tres años», contó entre lágrimas. Entonces la pareja había desistido de la huida cuando vio el atasco de las autopistas, y dos días después, atrapados en el ático con el agua hasta la cintura, la mujer se desvaneció en brazos de su marido, fruto del estrés, sentenciaron después los forenses. Otras de las casi 10.000 personas que decidieron quedarse simplemente pensaron que Gustav no era más que una tormenta cualquiera, una broma en comparación con Katrina. En realidad, el fenómeno meteorológico había perdido fuerza por la prisa y llegó convertido en un huracán de categoría 2, lejos del de categoría 4 que había pasado por Cuba. Ayer, a las tres de la tarde hora local, camino de Texas, apenas llegaba a la categoría 1 con vientos de 110 millas por hora.
Su principal efecto había sido el drama televisivo que se desplegó en las televisiones de todo el país a lo largo de la noche, cuando la audiencia se quedó en vilo delante de las pantallas, motivada por la exhaustiva cobertura de las cadenas, que colocaron reporteros al viento en cada esquina de la ciudad, e incluso cámaras solitarias que vigilaban los diques en directo. Todos parecían haberse olvidado de las verdaderas víctimas, ésas que estaban repartidas en albergues de varios estados donde se les trataba como prisioneros de una cárcel, cacheadas cada vez que salían a fumarse un cigarro o cruzaban la puerta.
La tensión se cortaba a cuchillo en esos albergues de Alexandria o Shrevenport (Luisiana), por citar algunos, donde no enfocaban las cámaras. Sus nuevos residentes habían tenido que abandonar las casas que habían reconstruido penosamente en los últimos tres años con un desgaste de energías y de dinero que no podrían volver a invertir. Ninguno sabía si encontraría su hogar a la vuelta, acechado por las aguas, los tornados o los saqueadores, pero lo que todos recordaban es que la última vez que tuvieron que abandonarlo tardaron al menos seis semanas en volver a Nueva Orleans y, desde entonces, nada ha vuelto a ser igual. La ciudad tiene, a estas alturas, menos de un tercio de los habitantes que la poblaban antes del Katrina.
Daños económicos
Precisamente por eso algunos habían preferido encarar al destino en las calles de la ciudad que tanto aman, como los que brindaban con cerveza esa noche en los bares de Frenchman y Bourbon Street. Por allí patrullaba la Guardia Nacional, haciendo la vista gorda con los alegres borrachines que desafiaban los vientos y el toque de queda. Los vecinos cruzaban la calle y se agrupaban en la mesa de los que habían decidido compartir la comida del frigorífico, por si al día siguiente desaparecía la electricidad y había que tirarlo todo.
Entre las paradojas de esta amenaza es que el área más afectada por Gustav fue la de Baton Rouge y Lafayette, donde se había refugiado el Gobierno de la ciudad y buena parte de los que huían. Y entre las lecciones mal aprendidas, la de los tres barcos que flotaban a la deriva por el Canal Industrial, azotando con fuerza los débiles muros. Pese al optimismo con que se evaluaban los daños en términos de vidas humanas, se calcula que Gustav dejará tras de sí 7.000 millones de dólares (alrededor de 4.700 de euros) en daños económicos.