¿Está el Gobierno tan, tan bloqueado como dice Rajoy?
Sabemos que Mariano Rajoy ha lanzado su torpedo bajo la línea de flotación del gobierno en su inicio de un nuevo curso político, que ya empieza a ser tradicional que tenga lugar en Pontevedra, el feudo marianista. A ver qué le responde Zapatero en la peculiar romería de Rodiezmo, León, que es donde el presidente socialista escenifica sus apariciones cuando, en septiembre, toca reiniciar las actividades políticas. A Zapatero nadie le arrienda la ganancia: este curso va a ser durísimo, y ni a él ni a sus ministros más conscientes -Fernández de la Vega, Solbes, Rubalcaba, Moratinos se les oculta que las cartas, con las que ZP ha venido siendo tan afortunado, ahora vienen mal dadas.
Actualizado: GuardarEl caso es que Rajoy ha hablado de un Gobierno antiguo, caducado, aburrido Le ha faltado apenas el "váyase, señor Zapatero" que hubiese remedado la frase célebre de Aznar a Felipe González.
Pero, aunque Zapatero no sea González, Rajoy -creo que por fortuna para él-- tampoco es Aznar, y mantiene un cierto comedimiento en las formas: me parece que Rajoy se cree los calificativos que dirige al Ejecutivo. Pero va a jugar con el gobierno, ayudándole, hasta donde tenga que hacerlo y en las materias en las que sea preciso hacerlo. Piensa que así sacará mayores réditos a la hora, que juzga inevitable, de suceder a ZP.
Cosa diferente es que el Gobierno socialista esté en fase tan terminal como va vendiendo -y piensa Rajoy. Todavía queda mucha legislatura, esa es la verdad, y no toda ella va a estar bajo el signo de la crisis económica, de las divergencias en la familia socialista acerca de la financiación autonómica y de las tensiones con los nacionalistas. Esto es lo que, contraatacando, te dicen en los ámbitos de La Moncloa: que la crisis pasará, que la financiación se consensuará y que los nacionalismos, sobre todo el vasco, perderán su ardor en contracto con la dura realidad. Y que hay tiempo para cicatrizar heridas más graves que las que va a dejar la actual sucesión de acontecimientos negativos.
Hemos escuchado a personajes próximos al gobierno debatir acerca de la conveniencia de pronunciarse o no hacerlo acerca del agrado con el que el Ejecutivo español recibiría una victoria electoral del candidato demócrata a la Casa Blanca, Barack Obama. Se ha impuesto, creo, la táctica de la discreción y la prudencia: ya hubo bastante patinazo cuando, hace cuatro años, Zapatero se decantó por Kerry, resultando vencedor George Bush. No creo que haya demasiados pronunciamientos preelectorales de simpatía hacia el candidato demócrata, no al menos hasta después de las elecciones si es que Obama las gana.
Pero no crean que la prudencia se acaba en los ámbitos de Moncloa y Ferraz: ¿han notado que para el Partido Popular no parece haber un candidato favorito a la presidencia norteamericana? Y es que, para desesperación de los mas 'duros', en el PP no faltan dirigentes que digan abiertamente que ellos preferirían una victoria de Obama sobre el republicano McCain.