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TRIBUNA

Crisis ¿qué crisis?

Efectivamente durante un periodo de varios meses hemos convivido con una discrepancia severa en cuanto a la situación económica de España. Para las autoridades gubernamentales, dicha palabra no sólo no existía sino que los augurios eran buenos, la oposición por el contrario pregonaba a los cuatro vientos que la crisis existía y que iba a peor.

VÍCTOR OCAÑA
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Los agentes sociales tampoco tenían mucho interés en recalcar la situación económica que estábamos atravesando y la realidad de la situación. Ha tenido que pasar algunos meses, y como siempre el tiempo pone a cada uno en su sitio, ya nadie habla de «desaceleración».

El Estado ha gastado todo su superávit presupuestario, en medidas tan discutidas e inútiles como la famosa «paga de los 400 euros», que ni ha sido paga ni se le ha dado a los que más lo podían necesitar, las rentas más desfavorecidas. Bien es cierto que la subida del petróleo en un país tan dependiente de la importación de energía tiene unas consecuencias fortísimas en nuestra situación económica. La caída del consumo interno, provocado por una inseguridad en el empleo es otro de los factores decisivos en esta situación.

El apoyo a la pymes, sobre todo en una provincia como Cádiz, cuyo tejido empresarial está centrado en la pequeña y mediana empresa, es simbólico y la burocracia y los trámites para iniciar una nueva actividad empresarial son lentos, engorrosos, caros y llenos de dificultades. Es común recurrir a las famosas frases españolas en cualquier estamento público: Le falta el modelo, tiene que ir a otro departamento, ya estamos cerrados o el expediente está incompleto.

La banca española también está jugando su papel, restringiendo el dinero en circulación y poniendo trabas a la concesión de prestamos y créditos y exigiendo mayores garantías, algo loable pero que contrasta fuertemente con una época no muy lejana en el tiempo, donde había una verdadera carrera por liderar el sector y en crecer a costa de casi todo en el mundo hipotecario. Ni qué hablar de las tasaciones, de financiar el 100% o más de la vivienda, de incluir en los préstamos la deuda del coche, de la tarjeta de crédito y del mobiliario y las reformas para poderse ir a vivir, cuando el comprador no aportaba absolutamente nada. Los grandes estrategas presupuestarios y del sector bancario, ¿qué dicen ahora de esa política y a la situación a la que se enfrentan?

La banca española para nuestra tranquilidad goza de una envidiable salud, pues aunque es cierto que está aumentando la morosidad (algo lógico en la situación actual) todavía está por debajo de niveles de otras crisis padecidas. A los ciudadanos españoles no les podemos dar soluciones mágicas, sólo apuntarles algunas recomendaciones, tales como huir de recetas milagrosas que nos faciliten liquidez; ser muy exigentes con las entidades bancarias a la hora de negociar condiciones económicas con las operaciones de préstamos y créditos, cuidar el uso de las tarjetas de crédito y adaptarse a los ingresos mensuales que uno tiene; ser productivos en sus lugares de trabajo para hacer a sus empresas lo más competitivas posibles, única manera de hacerlas rentables. A los empresarios que sigan con su espíritu emprendedor, que acepten una merma de beneficios como algo lógico en estas circunstancias y hagan todo lo posible por mantener el empleo.

Las crisis existen, han existido y existirán, pero tomando las medidas adecuadas, incluidas las estructurales, no asustando a los ciudadanos, siendo responsables y tomando medidas que apoyen la creación y el mantenimiento del empleo se salen de ellas. Ahora bien, si uno se sienta en Moncloa esperando que los factores exógenos nos salven, mal iremos, es por lo que creo que todavía hay personas en España que se preguntan: crisis, ¿Qué crisis?