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Las repúblicas bálticas, en la línea de fuego

Estonia, Letonia y Lituania, recuperaron su independencia en 1991 y entraron a formar parte de la Unión Europea y de la OTAN en 2004. La minoría eslava es especialmente numerosa en Estonia, en donde constituye más del 45%, y en Letonia, casi el 40%. En Lituania, rusos, bielorrusos y ucranianos no pasan del 10%. El nacionalismo ruso intentó a comienzos de los 90 crear enclaves separatistas en las repúblicas bálticas apoyándose en la minoría rusoparlante. En Estonia era más fácil, ya que la población eslava se concentra en la parte este del país. La ciudad de Narva, llegó a convertirse en el centro de aquella rebelión, que logró poner a las autoridades de Tallin entre la espada y la pared.

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La situación se fue calmando, hasta que en septiembre de 2005, un caza ruso armado con cohetes se estrelló al norte de la capital lituana y su piloto fue detenido. Se le acusó de violación del espacio aéreo. Unos meses después, Moscú suspendía los suministros de petróleo al país báltico.

Mayor resonancia alcanzó la disputa que hace 16 meses enfrentó a Rusia y Estonia por trasladar desde el centro de Tallin a un cementerio de las afueras un monumento al soldado soviético. El Parlamento ruso amenazó con romper las relaciones diplomáticas e imponer sanciones a Estonia, de hecho fue interrumpido durante unas semanas el abastecimiento de crudo bajo el pretexto de que era necesario reparar los raíles.