la hoja roja

Debajo de los adoquines está la playa

Si algo bueno tienen los años bisiestos es que cada cuatro años nos convertimos en expertos en disciplinas olímpicas gracias a las cansinas retrasmisiones televisivas y a los excesivos comentarios que, a fuerza de rellenar horas de televisión y páginas de prensa, nos familiarizan con un lenguaje absurdo que sin, embargo, adoptamos con gran deportividad. Quién más y quién menos se encuentra en disposición de disertar sobre esgrima, sobre rutinas libres -de esto sabemos mucho aquí- sobre lanzamiento de jabalina, con la misma naturalidad con la que Antonio de María habla del gran coliseo bajo la Audiencia y de la Torre de Pisa a la gaditana. Es lo que tiene la saturación informativa. Desgraciadamente, la misma saturación informativa nos permite hablar sin pudor de puntos de no retorno, apuración de pistas y leyes de navegación aérea como si nos hubiésemos criado entre aviones, y pruebas de ADN y autopsias como si fuésemos del CSI. Hablar no cuesta esfuerzo, y tampoco dinero. Y así nos va.

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Sebastián Terrada amenaza con proponer en el próximo Pleno que se celebren «bautizos civiles» en nuestra ciudad, como una alternativa laica para -dice- dar la bienvenida democrática a los recién nacidos. La idea, que me parece una tremenda majadería, dice Terrada que se importa de la Revolución Francesa -anda, como la guillotina, y a nadie se le ha ocurrido todavía reivindicar su uso- y que se constituye como un servicio más para las familias aconfesionales bajo los principios de libertad, igualdad y respeto, que con todos los míos, son los principios bajo lo que nacen todos los españoles sin necesidad de bodorrios ni fanfarrias. La alternativa al bautizo -que ni es obligatorio, ni quita ni pone para la vida civil, recuerden- la ceremonia esta con la que se pretende confundir aún más al personal, es uno de los grandes proyectos con los que la oposición pretende hacer frente al equipo de Gobierno. Apañados van. Y mira que lo tienen cada vez más fácil. Pues ni por esas.

Si algo nos ha quedado del mayo francés son un puñado de frases recurrentes que se utilizan para conjurar nuestros deseos de un mundo mejor, Pidamos lo imposible, La imaginación al poder o Prohibido prohibir se han convertido en lugares comunes, manidos por lo de común, que de cuando en cuando saltan a los titulares de nuestra memoria sentimental. De todas ellas, me quedo con una, Debajo de los adoquines está la playa un lema con el que los jóvenes franceses incitaban a arrancar los adoquines y arrojarlos contra el poder. No es una invitación, no se crean, ni una provocación, por mucho que la ciudadanía se haya dividido en dos por los adoquines del casco antiguo. Cierto es que el pavimento del perímetro de Intramuros presenta una situación lamentable, cierto es que los adoquines deteriorados resultan peligros, cierto es que el mantenimiento de los adoquines resulta costoso y poco agradecido porque enseguida vuelven a deteriorarse, cierto es que los conductores de autobuses acusan la cantidad de baches que produce su poca firmeza.

Pero también es cierto que muchas ciudades europeas están perfectamente adoquinadas y nadie se plantea cambiarlos. El problema no es el ruido, ni la dicotomía maniquea entre lo antiguo y lo moderno, el problema es la falta de medios para mantener un pavimento de adoquines en condiciones. Aunque no sea eso lo que nos dicen. La alcaldesa reconoce que ante las protestas de los vecinos que no pueden dormir por el inmenso ruido que hacen los coches al transitar sobre adoquines -en los umbrales del sonido, casi- estaría por la labor de asfaltar las calles de la periferia porque el asfalto es más barato. No es mejor, no es más bonito, no es más beneficioso. Es más barato. También es más barato el aluminio que la madera, y aísla más de los ruidos, y los vecinos del centro estamos obligados a mantenerla.

Y mientras tanto, seguimos esperando el diseño definitivo de la plaza de Sevilla. Y parece que el único preocupado por el destino de la fuente dorada, esa fuente de hormigón fabricada en 1959 cuyo máximo interés radica en el juego de colores y en la laboriosidad de sus efectos acuáticos, es Juan Antonio Fierro, mi friki más querido, al que no estaría de más que se le prestara más atención, que anda empeñado en que nos enteremos de una vez que la fuente de la plaza de Sevilla forma parte del amplio catálogo de fuentes luminosas que diseñó Carlos Buhigas, el mismo que proyectó las famosísimas fuentes del Montjuic que se levantaron en Barcelona con motivo de la Exposición Universal de 1929. Son pocas las ciudades que cuentan con una fuente de Buhigas: Madrid, Bruselas, Copenhague y Cádiz. Pero aquí, lejos de poner en valor la luminosidad de la fuente nos hemos dedicado a taparla con todo tipo de banderas y de vegetación silvestre. De la importancia de la fuente sólo nos hablan Juan Antonio, y la página web de la Oficina Técnica Buhigas (www.otb.es), una empresa a tener en cuenta de cara a grandes celebraciones en nuestra ciudad, y no quiero señalar al doce.

Porque lo del mayo francés nos queda lejos, y a los que crecimos con el Osito Misha y con Naranjito nos hace muchísima ilusión que el Ayuntamiento organice un concurso escolar de mascotas para el Bicentenario, justo lo que necesita el programa de actos, una mascota, esa especie en extinción que ni siquiera los Juegos Olímpicos han conseguido rentabilizar. Y luego dicen que lo antiguo son los adoquines. Pues nada, a animarse, que debajo de los adoquines está la playa.