CALLE PORVERA

Desagradecidos

El caso del profesor que permanece en estado de coma por mediar en un episodio de violencia de género es una de las noticias que más me ha impactado últimamente. La actitud de este señor es del todo admirable, dado que muy pocos tendríamos la valentía suficiente de exponernos de esa manera por defender la integridad de un tercero al que ni siquiera conocemos. No obstante, y a pesar de que este gesto completamente altruista debería centrar toda mi admiración y mi sorpresa, lo que más me conmocionó de esta historia no fue tanto la intervención de esta persona como la reacción posterior de la supuesta víctima.

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La familia de Jesús Neira, que así se llama el buen samaratino, ha tenido que aguantar que la señora en cuestión defendiera a su agresor asegurando públicamente que es una buena persona y, lo que es peor, arremetiera contra Neira sentenciando que «no se tenía que haber metido por medio». Estas declaraciones me dejaron estupefacta, pues condensan en pocas palabras el estado total de ceguera en el que se encuentra esta mujer y su falta absoluta de empatía y de agradecimiento con un desconocido que le pudo incluso haber salvado la vida.

Y es que el ser desagradecido debería considerarse uno de los pecados capitales, y más en esta clase de situaciones. ¿Cómo es posible no valorar un hecho de tal calibre, cuando alguien ocupa una cama en el hospital que a lo mejor ibas a ocupar tú? Aunque reconozco que mi reacción primera fue la de cargar tintas contra ella, pensando que para eso mejor que no hubiera mediado el pobre perjudicado, finalmente creo que la gente así debe ser digna de lástima, pues justificar ese tipo de cosas demuestra lo lejos que están de la cordura y de alcanzar su propia libertad.