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CLAUSURAS. La Policía ha intervenido últimamente en numerosos chiringuitos que no se ajustaban a la normativa. / LA VOZ
Ciudadanos

Una complicada conciliación

Vecinos, comerciantes y veraneantes de la zona de Los Caños y Zahora se dividen ante las medidas restrictivas impuestas por las fuerzas de seguridad para acabar con el caos que reina desde hace años

C.CHERBUY
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Las medidas restrictivas y los continuos controles de seguridad realizados por la Policía han mermado de forma progresiva la afluencia de personas que en años anteriores recogía tanto Barbate como las pedanías de Los Caños de Meca y Zahara de los Atunes. Así lo manifiestan los chiringuitos, bares de copas y discotecas de la zona que han visto como sus beneficios se reducen por año que pasa. Unas medidas que sin embargo son bien acogidas por los vecinos que incluso reclaman un mayor seguimiento por parte de las Fuerzas del Orden en cuanto a la movida juvenil.

De hecho, ayer mismo las asociaciones de vecinos Cabo de Trafalgar y La Laja se quejaban por la «falta total de efectivos policiales» durante la macrofiesta anual conocida como La Fiesta del Tambor que congregó en la playa de Los Caños de Meca a más de 5.000 jóvenes, según estimaciones de los propios colectivos.

El paraíso turístico que hace unas décadas representaba Barbate, debido principalmente a las acampadas libres que se realizaban en las playas, se ha convertido en un recuerdo lejano a causa de las quejas de los ciudadanos por las molestias que causaban y por consiguiente una mayor persecución por parte de las administraciones, con un aumento del control sobre tales actuaciones.

Falta de alternativas

Un control que aún le parece demasiado permisivo a los vecinos de las zonas, pues como expuso el portavoz de la Asociación de Vecinos Trafalgar, Ernesto Carmona, «anoche no hubo ni un policía local en la zona, pero tampoco han aparecido en todo el verano» y habría «un máximo de cuatro agentes de la Guardia Civil», según pudieron saber los vecinos tras llamar al Instituto Armado para presentar sus quejas, lo que tildaron de «insuficiente» para hacer frente a una concentración de tales características en la que como apunta Ernesto cada año «vienen más jóvenes y de sitios cada vez más lejanos. Estaban haciendo macrobotellón, con tambores,haciendo fuego sobre la arena e incluso tirando cohetes alrededor de lascinco de la madrugada, con un viento de levante impresionante y con un Parque Natural justo al lado».

La ausencia de alternativas de ocio así como los continuos y restrictivos controles que se realizan por parte de las autoridades en la Barbate, Zahara y Los Caños ha supuesto que la movida juvenil se traslade a otros municipios de la provincia, siendo Conil el destino favorito de diversión en las jornadas festivas del verano.

Como consecuencia aquellos que se han arriesgado con inversiones importantes en busca del sector juvenil, que llegaba ante la posibilidad de hacer un turismo más barato y menos controlado, se están enfrentando a una realidad poco halagüeña en la que difícilmente alcanzarán las estimaciones previstas.

Para muchos comerciantes el Ayuntamiento pone poco interés en reactivar la actividad juvenil del municipio poniendo excesivas trabas a la hora de abrir nuevos establecimientos que permitan diversificar la oferta existente. Para los jóvenes son más atractivos otros lugares en los que encuentran un ambiente más acogedor, por lo que no les importa el desplazarse varios kilómetros.

Aunque no hay cifras concluyentes de lo que representa en pérdidas este éxodo para los establecimientos, todos los propietarios coinciden en que se ha notado la bajada escalonada de clientes con el paso de los años y que no existe una apuesta en firme para habilitar una zona de concentración para los jóvenes. A pesar de que hay algún que otro proyecto al respecto, no terminan de realizarse como es el caso de la ubicación de un botellódromo en el espacio del recinto ferial de Barbate, pero todavía no se han tomado medidas al respecto y la juventud continúa reuniéndose en el Río Viejo antes de partir a otras localidades.

Justamente en el propio recinto ferial hay una carpa instalada para diversión de los más jóvenes y a pesar de la lejanía en la que se encuentra con respecto al grueso de la población, se han realizado quejas sobre el ruido procedente de la misma. lo que hizo que la instalación cambiase la ubicación de los altavoces y hasta el momento no ha vuelto a haber ningún problema relacionado a las molestias que pueda producir un local de tales características para los vecinos de la zona, precisamente porque se encuentra en un espacio apartado. Pero, ni aún así se ha logrado levantar la actividad de ocio que sigue estancada.

Según los comerciantes el problema está en que el aumento de restricciones no viene acompañado por unas alternativas reales de ocio para las personas, lo que conlleva que otras localidades obtengan beneficios al respecto al recoger lo que ha ido dejando tanto Barbate como Zahara y Los Caños. Los municipios de Chiclana y Conil son los que presentan mejores números en cuanto a afluencia de personas en la mayoría de las jornadas nocturnas del verano.

Otra queja proveniente de los establecimientos, ya sean chiringuitos o bares de copas, es las trabas que en ocasiones encuentran para poder montar un negocio en Barbate. Unas dificultades que en ocasiones llegan a ser excesivas y que restan la posibilidad de ofertar una variedad atrayente para los clientes y realizar un esfuerzo para no llegar a perderlos a favor de otras localidades, pues una vez que ocurre dificílmente se volverá a recuperar.

Lo que es evidente es que paulatinamente la imagen de Barbate se ha ido transformando, una reconversión que borra el recuerdo turístico de otras épocas.