Unidad obligada
El medido discurso de Hillary Clinton ante la convención de Denver proyectó los riesgos que su prolongado y vibrante duelo con Barack Obama ha acabado comportando para las opciones del Partido Demócrata de recuperar la Casa Blanca. Es difícil creer, más allá de las apariencias, que una competidora tan aguerrida haya podido recobrarse de la íntima y profunda decepción que supuso para ella no alzarse con la candidatura a la presidencia de EE UU, como lo es que haya renunciado a reintentar su sueño político si Obama pierde finalmente ante el republicano John McCain. Pero ni sus anhelos, ni su resentimiento, ni la animadversión del ex presidente Clinton hacia quien aspira a sucederle podían llevar a la senadora a realizar una intervención distinta de la que efectuó, avalando al aspirante demócrata en un momento en el que las encuestas confirman su retroceso frente a McCain. La apelación a la unidad se ha convertido, de hecho, en un mandato ineludible para quienes se enfrentaron tan duramente en las primarias, porque ni Obama puede prescindir del arropamiento de los 18 millones de votos cosechados por Clinton ni ésta puede aparecer ahora como instigadora de una eventual derrota que agudizaría la frustración de los demócratas.
Actualizado: GuardarAl vincular su llamamiento a la cohesión interna con la necesidad imperativa de derrotar a McCain, la senadora trató de desactivar la estrategia de los republicanos consistente en esgrimir las críticas que ella misma lanzó contra Obama para subrayar la endeblez del candidato. La efectividad del intento es dudosa, y remite a las desventajas que ha provocado en el bando demócrata la pugna entre sus dos aspirantes. La dureza de la misma ha suscitado tales desconfianzas entre sus respectivos partidarios que ha proporcionado un valioso argumento a la campaña de McCain. Pero quizás el resultado más exigente para Obama de su batalla con Clinton sea, precisamente, lo que se ha considerado su principal activo: al imponerse a una rival tan sólida no sólo amarró sus aspiraciones de llegar a la Casa Blanca, sino que se erigió también como el virtual ganador de la liza electoral frente a McCain. Por ello, a Obama ya no le basta para ganar con incidir en el milagro de una candidatura librada frente a la pareja más influyente del Partido Demócrata. Es la envergadura de esa victoria la que le obliga a dotarse en Denver de un discurso más consistente para no defraudar las expectativas que ha alimentado.