Poder despedirnos
Hay cosas para las que sencillamente no estamos preparados, no cabe en nuestro pensamiento que la muerte sorprenda de forma tan contundente e inesperada cuando te dispones a tomarte unos días de vacaciones, o regresar a casa después de un merecido descanso, o tantas historias que han quedado interrumpidas en un infierno con forma de avión.
Actualizado: GuardarHace una semana nos quedamos sobrecogidos con las noticias que iban apareciendo en televisión, como aquellos fatídicos días 11 de marzo, 11 de septiembre y no es que cada día los noticieros no nos cuenten hechos desgarradores, que desgraciadamente se vuelven cotidianos; de igual forma el accidente de avión del pasado miércoles 20 de marzo ya quedará para siempre en nuestras retinas y en nuestra memoria. Nadie se explica cómo pudo suceder, cómo pudieron confluir tal cantidad de fatídicos acontecimientos, cómo con todos los avances tecnológicos, o precisamente por eso, no se pudo evitar.
Pero si dura es la muerte, terrorífica en estas circunstancias, el único consuelo que les queda a las familias es recuperar los restos de sus seres queridos. Hace una semana que muchos familiares, una treintena aún, están esperando para poder enterrar «en paz» a quienes esperaban con ilusión. Es sencillamente añadir dolor al dolor.
Poder despedirnos de quienes han sido y siguen siendo parte de nosotros, poder decirles todo aquello que no nos dio tiempo; ni siquiera imaginar cómo podrían haber sido sus vidas, cómo las nuestras si aún permanecieran a nuestro lado. Elaborar el duelo, vivir el luto y así recuperar de algún modo la tranquilidad para el alma. Ese es el doloroso proceso que aún les queda a estas familias por vivir, aunque hay preguntas que ya nadie responderá.
Sabiendo que es algo inevitable e ineludible intentamos que el tránsito entre la vida y la muerte se haga de la forma menos dolorosa posible; nos preparamos anímica y conscientemente para ello cuando vivimos una larga enfermedad o cuando los años ya son tantos que cada día parece un regalo. Pero nadie está preparado para lo inesperado. Se que no es mucho, prácticamente nada, pero de alguna manera vaya desde aquí mi solidaridad con estas familias definitivamente rotas.