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EXPECTANTE. El candidato demócrata observa a través de una pantalla al ex presidente Clinton en la convención. / REUTERS
MUNDO

Bill Clinton se cuadra ante Obama

El ex presidente, que hasta ahora se había resistido a mostrar su apoyo al candidato demócrata, se sumó a la corriente de unidad en el partido como hizo la víspera su esposa

MERCEDES GALLEGO
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La víspera, cuando su esposa subió al escenario para dar uno de los discursos más críticos de su vida, Bill Clinton sonreía desde el palco escrutado por todas las miradas. Fue entonces cuando alguien le tendió con perversidad un cartel que decía «Unity». La coreografía manda en el espectáculo de la política. Con cada ponente estrella se reparten simultáneamente en todo el pabellón pancartas con su nombre para que los asistentes agiten el nombre del debutante: «Kennedy», «Michelle», «Hillary». Pero no era ésta última la que pusieron en la mano del ex presidente, que con todas las cámaras apuntándole no tuvo más remedio que seguir sonriendo mientras observaba fijamente las letras de su cartel.

Es un secreto a voces que nadie ha sentido tanto la derrota como Bill Clinton, que durante los dos últimos meses y medio se ha resistido a mostrar su apoyo al nuevo candidato del Partido Demócrata, pero ayer le llegó el turno de cuadrarse ante Barack Obama, como lo hiciera la víspera su esposa, que brilló con luz propia.

En el campo de Obama cundía el nerviosismo ante la incertidumbre de un discurso que guardaban celosamente el propio Clinton y su círculo de asesores, sin que nadie pudieron echarle una ojeada hasta que no llegó la versión para el teleprompter. El encargado de redactarlo había sido el guionista de la popular serie de televisión El Ala Oeste de la Casablanca, Jeff Shesol, que trabajó en su día para el ex presidente, lo que permitía anticipar un discurso hollywoodendse para conquistar a las masas. Bill Clinton, el único demócrata que ha ganado dos mandatos en la Casa Blanca desde Franklyn Delano Roosevelt, en 1933, es un verdadero animal político que no podía resignarse, y pocos creen que vaya a resignarse a perder su aura de estrella en esta convención.

Tres décadas

El hipnotizador de las masas ha convertido en oro a cada candidato demócrata que ha apoyado en las últimas tres décadas, excepto a su esposa, a la que no ha podido transformar en presidenta. Una espinita con la que tendrá que vivir incluso cuando se saque las que tiene con Obama. Sus allegados dicen que está herido por algunos comentarios poco halagadores que el senador de Illinois hizo de su legado durante las primarias, pero sobre todo no le perdona que su equipo haya permitido que le tachen de racista por comentarios poco afortunados sacados de contexto, lo que enturbia el legado de haber sido aclamado como el primer presidente negro de EE UU. Eso explicaría que, según la CNN, hoy no esté en el estadio del Invesco Field donde Obama dará su histórico discurso de coronación, justo 45 años después de que Martin Luther King pronunciase el legendario I have a dream (Yo tengo un sueño).

Tendrá también que remontar la marca que dejó ayer su esposa sobre el escenario del Pepsi Center, donde brilló con luz propia aclamada por sus seguidores con un rugido ensordecedor. Tan pronto como apareció su imagen en las pantallas, con un vídeo narrado por Chelsea Clinton donde aclamaba los logros de su vida, el estadio se vino abajo. «Vale, no será astronauta, pero ha tendido la mano hacia las estrellas y siempre lo seguirá haciendo», lapidó su orgullosa hija.

Dividida entre la obligación de apoyar al candidato de su partido y la ambición de que la votación de ayer ratificase su lugar en la historia, la ex primera dama tuvo por fin que demostrar en voz alta su apoyo inequívoco al candidato del que dijo ser «una orgullosa seguidora». «Tanto si votasteis por mí como si votasteis por Barack Obama, ha llegado la hora de unirnos bajo un solo propósito común», dijo nada más comenzar su esperado discurso. «Estamos en el mismo equipo, y ninguno de nosotros puede permitirse quedarse a un lado. Ésta es una lucha por el futuro, y es una lucha que tenemos que ganar».

«Traje pantalón»

En las gradas, sus seguidoras más aguerridas, esas feministas de los años 60 que habían soñado con ver a una mujer convertida en presidente, ésas a las que Hillary saludó como «mis hermanas viajeras del traje pantalón», se enjugaban las lágrimas desoconsoladas. «¿Le faltó tan poquito!», se lamentaba Aleita Huggenin. «A mi madre le cuesta mucho aceptarlo, tiene 80 años e ignora si va a vivir otros cuatro para verla presentarse de nuevo». Algunas aceptaban que había llegado el final del viaje, otras vieron en el discurso de Clinton la prueba de que hubiera sido mejor presidente que Obama, y algunas más se resistían a aceptar el mensaje de unidad que les había dado su heroína.