FELIZ. David Villa muestra la camiseta que rubrica su renovación. / EFE
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El Real Madrid se queda de momento sin fichajes tras las renovaciones de Cazorla y Villa

Sólo los éxitos deportivos salvan a Ramón Calderón del enfado de los aficionados Si se marcha Robinho, los blancos se quedarían con 40 millones cogiendo polvo

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El club que es considerado como el mejor equipo del siglo XX, aquel que más Copas de Europa tiene, que allá donde va levanta pasiones, no es capaz de atraer a ningún jugador para su causa. Los últimos fracasos son Villa y Cazorla, que se suman al gran fiasco veraniego llamado Cristiano Ronaldo.

Demasiadas negativas para una afición que se enorgullece del recuerdo de los grandes fichajes de años pretéritos y de aquella máxima de Zidanes y Pavones. Ni lo uno ni lo otro. La única incorporación del equipo blanco, Van der Vaart no parece responder a ninguno de esos perfiles.

El Madrid había puesto sus ojos en Villa y Cazorla, dos jugadores que se habían revalorizado tras la Eurocopa de Austria y Suiza. Todo parecía seguir el rumbo habitual: se hace público el interés merengue, los jugadores manifiestan su orgullo, emoción y alegría por dicho interés, parecen ansiosos por vestir de blanco, todo el mundo da por hecho los fichajes pero de pronto, algo inesperado.

Al día siguiente, ante la perplejidad y asombro de unos directivos nada acostumbrados al rechazo, ambos jugadores renovaron sus contratos con Valencia y Villarreal. «Soy muy feliz aquí. Eso es lo importante», afirmó Cazorla al confirmar su ampliación de contrato. Agregó que fue una decisión que no le costó mucho tomar, pese al interés blanco: «No me lo pensé ni un segundo». Ahora, el asturiano ganará más de dos millones y será amarillo durante las próximas seis temporadas.

El delantero, por su parte, será ché hasta 2013. El Madrid absorto. El tiempo se acaba y los problemas se acumulan. El 1 de septiembre se cierra el mercado y apenas hay tiempo para emprender nuevas negociaciones.

Más problemas

Además, la pesadilla blanca aumenta. No sólo no vienen jugadores sino que los que hay prefieren irse, como Robinho. Lo más frustrante son sus motivaciones de las que se desprende que en el Bernabéu nunca llegará a ser el mejor del mundo. ¿Qué sucede? El mundo al revés, los jugadores desean irse para mejorar y las grandes estrellas no quieren venir. La llegada de Van der Vaart es demasiado poco para un club que sólo el año pasado gastó 120 millones en nuevos refuerzos. La paciencia de la afición está muy mermada tras las promesas incumplidas de su presidente, Ramón Calderón, sobre los fichajes de grandes figuras como Kaká, Cesc y Ronaldo. De momento, sólo los buenos resultados deportivos salvan a la directiva del correctivo del público.

La paradoja continúa. Calderón puede verse en la tesitura de tener cerca de 40 millones de euros gracias al traspaso de Robinho cogiendo telarañas en las arcas blancas sin poder invertir en ninguna estrella. Algo sin precedentes en Chamartín. Desde la directiva intentar transmitir la idea de que el equipo tiene las garantías suficientes para afrontar todas las competiciones con opciones de triunfo. El título de Liga y Supercopa les sirve de aval. Además, la posibilidad de fichar algún jugador siempre está abierta. Sin embargo, la sensación de impotencia e incapacidad del Madrid planea por todo el mundo del fútbol.