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ANÁLISIS

Contraataque ruso

Con el reconocimiento de Osetia del Sur y Abjasia como estados independientes, Moscú ha mostrado al mundo, ya sin tibieza ninguna, que el imperio ruso está contraatacando. Se trata de un decisión histórica de consecuencias impredecibles, pero capaces de alterar el orden internacional. Tras el desprecio y la humillación sufridos a raíz de la secesión de Kosovo, Rusia no había dejado de amenazar con su apoyo a los separatistas surosetos y ajbasos así como a la rebelde Transnistria, en Moldavia, donde el Kremlin mantiene el 14 Ejército amparando a la mayoría rusa. El siguiente paso del Gobierno de Moscú será ofrecer a estos nuevos Estados la anexión a su inmenso territorio. De sentirse presionado, el próximo podría ser hacer lo mismo con Transnistria, lo que produciría un placer especial a los rusos al situarse estratégicamente al sur de Ucrania, en el corazón de la nueva Europa.

PEDRO BAÑOS
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La respuesta de los europeos, y Rusia lo sabía, no será decidida ni unificada. Muchos todavía no se creen que tan vital socio económico, al que suponían dependiente del generoso dinero pagado por los recursos energéticos, haya podido materializar sus bravuconadas. Y la mayoría de los países no están dispuestos a arriesgarse a un enfrentamiento con una de las mayores potencias bélicas. Por su parte, EE UU está demasiado entrampado entre un Irak que no acaba de despegar y un Afganistán cada vez más complicado como para adoptar medidas de fuerza. Pero podría caer en la tentación de apoyar una resistencia islamista, como ya hiciera en su momento en suelo afgano, en todo el collar de regiones autónomas rusas del Cáucaso, de mayoría musulmana. O incluso de promover otros separatismos en algunos de los 83 componentes de la Federación Rusa, especialmente en las 21 repúblicas autónomas.

Se espera que cierren filas con Moscú su hermana Bielorrusia, Siria (bases militares y venta de armamento), Irán (abastecimiento de uranio) y China e India, socios estratégicos que podrían llegar a comprar toda su producción energética. Los cosacos rusos han avivado la llama de los separatismos. El fuego se puede expandir rápidamente por el mundo, desde África a Asia, pasando por Europa. Difícil lo va tener la OTAN para sofocarlo. Y la ONU parece haberse volatilizado.