Un monitor de windsurf de 73 años y con un sistema propio para enseñar
hiclana Actualizado: GuardarJosé Manuel García tiene 73 años pero se niega a llevar una vida sedentaria propia de su edad y dedica parte del tiempo libre a ejercer como monitor de windsurf en Chiclana, para lo cual ha creado un sistema de enseñanza propio.
Tras una vida profesional dedicada a ejercer de visitador médico y con diez años de experiencia como monitor, García presenta un aspecto físico envidiable y mantiene una agilidad física y mental que llama la atención.
Sólo tiene una rodillera en la pierna izquierda debido a la artrosis que padece, una "enfermedad de viejos" para la que le ha pedido a su médico una solución porque la derecha "está de maravilla", según ha comentado en una entrevista. Necesita poco para hacerse a la mar. Con un gorro, gafas de sol, el bañador, una camiseta y una bolsa con una botella de agua envuelta en la toalla para que no se caliente, se dirige a la playa del caño de Sancti Petri para ofrecer sus clases, siempre particulares y como máximo con dos personas para poder prestarles toda su atención.
Las clases comienzan con explicaciones en la orilla de los elementos de la tabla y la vela, tras lo cual se monta en la embarcación y explica de forma gráfica cómo hay que hacer los movimientos para avanzar y cambiar de rumbo, todo ello con extrema suavidad. Garantiza que los alumnos aprenden a navegar en seis horas de clases divididas en dos días, servicio que cuesta 115 euros, y en caso de que en ese periodo no aprendan, se queda con ellos el tiempo que haga falta hasta que manejan la tabla y la vela.
Para ello ha ideado un sistema propio de enseñanza cuya base es que amarra a la tabla una "cuerda", palabra que le molesta porque en el argot marinero se dice cabo y "la única cuerda que existe es la del reloj".
Esta cuerda, de cincuenta metros de longitud, la pasa por un agujero hecho en la proa de la tabla y con ella controla la embarcación desde la orilla. De esta forma, cuando los alumnos salen a navegar y quieren regresar, para lo que necesitan hacer la maniobra más difícil, que es virar, el profesor tiene garantías de que no habrá problemas aunque se caigan.
Si el alumno se cae en el giro, el monitor le indica que se siente en la tabla y lo lleva hasta la orilla tirando de la cuerda, que es de pita, "de las antiguas", porque así se hunde y no molesta a otras embarcaciones que naveguen por la zona, lo que no ocurre con los cabos modernos sintéticos. En la elaboración de este reportaje, el monitor logró que tres personas sin conocimientos previos, dos que habían pagado y una tercera a la que invitó sobre la marcha, salieran a navegar unos metros e incluso que cambiaran de rumbo.
Una de las alumnas, la madrileña Rocío Torres, que contrató las clases por internet, no pudo ocultar su alegría poco antes de finalizar la jornada y se abrazó con el monitor y con su hija de 9 años, que era otra de las alumnas.
La zona en la que imparte clases es un caño que une la Bahía de Cádiz con el Atlántico y que está a salvo de las olas aunque no del viento.
Residente en la vecina localidad de Jerez de la Frontera, José Manuel insiste en que su objetivo es difundir la práctica del windsurf y que el dinero que cobra es para el mantenimiento del local del Club Windsurf Sancti Petri en el que guarda las tablas y las velas. Aprendió a manejar las velas hace treinta años con un amigo francés que veraneaba en la costa granadina, y desde entonces siempre ha estado ligado al mundo de la navegación.
Asegura que pretende mantener esta faceta de monitor al menos hasta los 80 años y le pide a sus compañeros de club que no organicen regatas con su nombre, porque eso significa que estaría muerto, como ocurre con su amigo Antonio "El Americano", al que le dedican competiciones tras fallecer hace tres años de cáncer y que recibió el apodo porque "fue el primero en Cádiz que se puso unos vaqueros".