DESCANSO. Un grupo de acogidos del centro ocupacional durante un alto en el trabajo. / T. B.
PUERTO REAL

Un día de verano como el de cualquier joven

Asprodeme cuenta con dos centros en Puerto Real que cuidan de los discapacitados mentales toda la jornada

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¿Cómo es la vida de un discapacitado psíquico? La Asociación Protectora de Deficientes Mentales (Asprodeme) de Puerto Real, en concierto con la Junta de Andalucía, ofrece en sus dos residencias Nuestra Señora de Lourdes y María Luisa Escribano de Puerto Real un estímulo constante a sus rutinas y cuida de que estén continamente atendidos.

La residencia para personas gravemente afectadas dispone 23 plazas cubiertas, más una de respiro. La de asistencia de adultos (terminología que determina el grado de minusvalía de la persona, no su edad física) posee 24 plazas, de las cuales dos están conveniadas con la Fundación Andaluza de Servicios Sociales, para jóvenes con incapacidad intelectual que están en prisión y gozan del tercer grado.

Asimismo, mantiene el centro de terapia ocupacional Luis Benvenuty, que da cobertura a los acogidos de la residencia de adultos -16 de ellos externos- y que tiene reservada cinco plazas para el convenio con la Fundación Andaluza de Servicios Sociales. En total, Asprodeme acoge en la actualidad a 48 internos, 16 usuarios de terapia ocupacional y 10 de estancia diurna, que son personas gravemente afectadas que viven en sus propias casas pero que pasan el día en la asociación.

Empieza el día, cuyo desarrollo varía dependiendo de la incapacidad intelectual del paciente. Los menos afectados se levantan muy temprano y, tras la higiene personal, se ejecuta la programación sanitaria: medicación, curas, cita con los médicos especialistas y de familia (para lo que existe un facultativo asignado por el Centro de Salud que periódicamente se desplaza a la residencia para pasar consulta). Después desayunan y son trasladados al centro ocupacional -a los externos se les recoge en sus propios domicilios-, donde desarrollan sus actividades programadas y, de manera individual, la habilitación y actividad social.

A media mañana se hace un alto para tomar un bocadillo y frutas, reanudando las actividades hasta la hora del almuerzo. Después, un grupo sigue con sus labores ocupacionales y otros desarrollan programas de ocio, para después de merendar efectuar salidas a la ciudad, parques, playas, visitas a exposiciones y otras actividades, siempre acompañados por monitores.

La cena se sirve a las nueve y media de la noche y, una vez acabada y hasta la hora de dormir, los internos se quedan a ver la televisión, escuchar música o realizar otras actividades de ocio.

En verano, y cuando los adultos están ya de vacaciones, tienen la opción individual de seguir con la terapia ocupacional, escoger una fórmula mixta entre ocio y trabajo o disfrutar de descanso total. Para cubrir estas necesidades, el centro ocupacional forma diferentes grupos y programa actividades lúdicas tres días a la semana: piscina, juegos, deportes, así como dos jornadas en las playas de la Bahía.

Los gravemente afectados tienen su agenda fijada: dos días de piscina y tres de programas terapéuticos de hidroterapia que se realizan en la asociación La Gaviota, de Valdelagrana (El Puerto) coordinados por el fisioterapeuta de Asprodeme.

Uno de los más veteranos en el centro es Johnny, gravemente afectado y con una fuerte incapacidad motriz, pero que ha tenido una evolución muy favorable tanto intelectualmente como de autonomía, ya que circula por todas partes con su silla de ruedas, similar a la que utilizan los jugadores minusválidos de baloncesto, y en Feria es uno de los jóvenes que más baila, cuentan los monitores. Johnny, que ahora tiene unos treinta años, llegó a la residencia Virgen de Lourdes siendo casi un bebé, y desde entonces la asociación se hizo cargo de su tutela legalmente.

Todos los afectados que realizan terapia ocupacional reciben una beca-salario como estímulo y motivación a la labor que desarrollan, cantidad que utilizan para sus gastos personales: tomar refrescos durante las salidas, comprarse un móvil, ir al cine, adquirir todo tipo de aparatos electrónicos y otros caprichos propios de la juventud.

Y es que los acogidos que trabajan en las diferentes actividades que generan recursos para el centro, aparte de la beca-salario, reciben un suplemento económico en función de la labor que desarrollan.