
Georgia respira intranquila
Un destructor estadounidense descarga ayuda humanitaria en Tiflis mientras explota un tren con combustible en Gori
Actualizado: GuardarEl Mar Negro empieza a parecerse al Estrecho de Ormuz, en el Golfo Pérsico. En vez de barcos iraníes, los estadounidenses rememoraron ayer los tiempos de la guerra fría y el primero de sus tres destructores con ayuda humanitaria pasó el cerco que la Marina rusa mantiene sobre la costa georgiana. El Mcfaul tuvo que atracar en el puerto de Batumi, no muy adecuado para un barco de estas características, porque Moscú se niega a abandonar el puerto más importante del país, Poti.
En su interior portaba 55 toneladas en alimentos, sábanas, productos de higiene personal y medicamentos para los 128.000 desplazados que ha provocado la guerra en Georgia, según los últimos datos del Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR). También traía misiles Tomahawk, que durante toda la mañana permanecieron a menos de ochenta kilómetros de las posiciones rusas en Poti.
El desembarco americano fue el primero de una serie de tres que se producirán en los próximos días. Mientras Poti siga ocupado, Batumi será el puerto elegido por los destructores enviados por la Casa Blanca en esta misión de paz.
Georgia vivió la mañana pegada a los televisores, tras dos semanas de reuniones y viajes diplomáticos, para ver en directo la bandera de las barras y las estrellas en su país. «El gran amigo americano no ha fallado», declaró el ministro de Exteriores, David Kezerashvili, que junto a una nutrida representación de políticos locales esperaba a los estadounidenses en el puerto. Este buque fue la prueba que muchos necesitaban para recuperar la confianza en una comunidad internacional a la que acusaron de abandonarles.
La llegada americana estuvo a punto de ser eclipsada por la explosión de un tren cargado de combustible a primera hora de la mañana. El suceso tuvo lugar en Skra, siete kilómetros al oeste de Gori, una base militar georgiana de la que los rusos salieron hace dos días y donde, según las fuerzas de seguridad locales, podrían haber dejado varios puntos minados. «La principal sospecha es que los rusos minaron la vía antes de marcharse», aseguró el portavoz de Interior, Shota Utiashvili, que informó que pese a la espectacularidad de la explosión no hubo que lamentar víctimas.
Moscú no se pronunció sobre lo ocurrido, una acción que supone el segundo revés importante para las conexiones de Georgia por ferrocarril tras el ataque contra el puente de Kaspi la semana pasada. La línea férrea es fundamental para el abastecimiento de combustible no sólo para el país, sino también para los vecinos Azerbayán y Armenia que padecen las consecuencias del bloqueo provocado por la ocupación rusa.
Vuelve la vida
Todas las alarmas y la psicosis de los días de la guerra volvieron a encenderse en la capital al difundirse las primeras imágenes del suceso. La tensión no ha decrecido en el seno de una población que no termina de creerse una invasión que los rusos califican de «misión de imposición de paz» y para la que piensan dejar en suelo georgiano al menos a 2.000 de sus «soldados pacificadores», unas fuerzas que Tiflis exige cambiar por observadores internacionales.
La ciudad más importante que han mantenido los rusos bajo su control vuelve poco a poco a la normalidad. La salida de las tropas del Kremlin ha permitido que las organizaciones internacionales puedan desarrollar el reparto de ayuda de casa en casa. Lado Vardzelashvili, el joven gobernador de la provincia, denuncia que «han levantado los puestos de control de la autopista, pero siguen firmes en Karaleti, a menos de cinco kilómetros al norte de esta plaza donde estamos». La plaza en honor a Stalin se ha convertido en el improvisado centro de registro para aquellos ciudadanos que regresan de la capital a sus casas y necesitan recibir comida.
Las dudas sobre las nuevas fronteras que los rusos desean implantar como 'zonas de responsabilidad' para velar por la seguridad de las provincias separatistas de Abjasia y Osetia del Sur no están de momento consensuadas con Tiflis, que ve en el apoyo internacional la única salida de defender su soberanía.