Alonso duró 972 metros
Sólo estuvo en pista medio minuto antes de ser embestido por Nakajima El brasileño Felipe Massa estrenó el palmarés en el ciruito de Valencia
Actualizado: GuardarDesde su progresión irrefrenable, un tornado que acabó con la semiclandestinidad de un deporte, no parecía Fernando Alonso un candidato a catar las fatalidades de la ley de Murphy. Pero según decreta el transcurso de la temporada, tenía todas las papeletas para que sucediera algo así. La tostada siempre cae del lado de la mantequilla en este año aciago del asturiano. Y en el desayuno de Valencia se desparramó la mermelada por la mesa, se cayó el café al suelo y, además, el zumo de naranja era de bote. Otro fiasco más en el escalera de desastres que acumula Alonso en su regreso a Renault. Sólo duró en pista 972 metros, escasos treinta segundos, antes de ser embestido por el japonés Nakajima. Felipe Massa estrenó el palmarés de un Gran Premio con futuro en el Mundial.
La paciencia no es la virtud predominante en la Fórmula 1. Hay determinados términos -progresión, templanza, serenidad, perseverancia y así- que apenas tienen cabida en el lenguaje oficial -velocidad, trabajo duro, estrés-. Ecclestone se hizo amigo de Camps, del Mediterráneo, del sol de Valencia y de los dólares que acudían raudos a su bolsillo y en el pictograma colectivo se fabricó una idea: Valencia debía ser el clon de Mónaco. Y además, de un día para otro. Sin rodaje, sin camino. Directamente, en su debut.
La expectación que generó la carrera venía enganchada a los éxitos de Alonso, su rutilante fichaje por McLaren, el boom de la F-1 en España. Y debían aparecer yates en el puerto por arte de magia, actrices de primera fila en el paddock y no podía haber una butaca libre en las gradas. Resulta que Alonso ahora no gana y la atención a la F-1 ha bajado, la crisis golpea el bolsillo de los españoles y no había glamour por el paddock. Pero a pesar de todo, el futuro se anticipa brillante para Valencia porque las posibilidades de crecimiento parecen inmensas. Y es una carrera diferente. El asturiano duró 972 metros en la avenida del puerto. Salió desde la casilla doce, tomó dos curvas a la izquierda, una a la derecha y en un tramo de frenada que se negocia a 139 kilómetros por hora, Nakajima se lo comió con patatas. Golpe por detrás, el alerón trasero del Renault destrozado, dañada la suspensión y Alonso camino del garaje.
Allí intentó que sus mecánicos reparasen una avería que suele llevar una hora en los talleres de la F-1. Nada que hacer. La carrera fue anodina hasta la exasperación. No hubo adelantamientos naturales en la pista ni artificiales en los garajes. Nada. Salió Massa escopetado a partir de su gran virtud, su poder de clasificación los sábados, y el renqueante Hamilton (más flaco, aunque ya sin fiebre ni vómitos) no pudo aguantar su ritmo.
Tampoco Raikkonen, que ha dimitido en este tramo del campeonato. Ni se le ve y de momento tampoco se le espera. Con el mismo coche que Massa, ha entrado en crisis espiritual y ni siquiera se acerca a la pelea por las victorias. No gana desde abril, en Montmeló, y ayer dio rienda suelta a su mala fama: rompió el motor de su Ferrari minutos después de haberse llevado por delante a uno de sus mecánicos en un repostaje. Hamilton volvió a obtener réditos (ocho puntos) en una temporada que pinta en color plata McLaren.