«Sobreviví comiendo hierba y bellotas»
Rhoda Marie Bremner, la mujer británica rescatada en la sierra después de tres días perdida, se recupera ya en su casa de El Gastor, mientras recuerda su terrible historia
Actualizado: GuardarCon una sonrisa franca y generosa, Rhoda Marie Bremner, la mujer británica que desapareció el pasado martes en la sierra de El Gastor y que fue encontrada el jueves después de pasar tres días sin agua ni comida en mitad del bosque, recibió ayer en su casa a muchos de los cientos de vecinos del municipio que colaboraron en su búsqueda.
«Gracias, gracias a todos..., y lo siento», repetía esta mujer de 53 años, enfermera jubilada y origen escocés, que desde hace siete años vive con su marido en el municipio serrano. Ayer, aprovechando la celebración de un concierto, sacó fuerzas de flaqueza para darles en la plaza del pueblo su más sincero agradecimiento por salvarle la vida y reconoció ante ellos que cometió un «terrible error» al aventurarse por un paraje agreste como el Alto Algarín, sin compañía y sin experiencia suficiente.
Un paseo improvisado
Marie -como es más conocida por sus familiares- improvisó el martes a las siete de la mañana una excursión hasta este tajo, uno de los atractivos turísticos del municipio por un conocido hito de piedra llamado el Dolmen del Gigante. En un primer momento su objetivo sólo era llegar hasta la piscina de El Gastor, y así se lo hizo saber a su marido Roger, un profesor de guitarra jubilado, también de origen escocés, que desmentía ayer las informaciones iniciales que apuntaban que Marie acostumbraba practicaba senderismo.
«Todo lo contrario, para moverse iba siempre en coche Yo sí voy mucho al Dolmen y le dije que teníamos que ir juntos», explicaba en un perfecto español. Con un bastón de senderismo y una pequeñísima botella de agua Marie se puso a andar, pero una vez en la piscina, decidió seguir sola hasta el dolmen. Casi en la cumbre del Alto Algarín, tropezó con una grieta y sufrió un golpe en la cadera que le impidió moverse.
Estaba desorientada, pero se las apañó para sobrevivir sin agua, comida, ni mantas, durante tres días y dos noches a la intemperie: lo primero que hizo, recordaba ayer a este periódico, ya sana y salva y arropada por su marido, su hermana y sus cuñados -que viajaron de inmediato desde Londres y Glasgow-, fue refugiarse en una gruta para librarse del intenso calor y el frío.
A pesar del dolor de la cadera y el cansancio, lo que peor sufrió fue la intensa sequedad de garganta y boca que aún ayer la atosigaba y la obligaba a beber continuamente. «Estoy muy cansada y tengo mucha sed», se quejaba al preguntarle cómo se encontraba. Aparte de la deshidratación, los médicos que la exploraron en el Hospital de Villamartín tras ser rescatadas no detectaron ninguna fractura, ni en la cadera.
En la montaña, el agua se le acabó el primer día y la botella sólo le sirvió de almohada. «La sed me bloqueaba la mente y para evitar pensar en ella contaba del uno al 12. Lo hice miles de veces». Aún así, se las ingenió para superar la sequedad de los labios, «frotando hierba fresca por la boca». Por otro lado el hambre, «un malestar que sólo duró unas horas», la mitigó con bellotas de las encinas. «Era poco, pero era algo».
El miedo a la muerte
Sin embargo, lo que más la desesperaba era la certidumbre de que podía morir. «Pensé mucho en Roger, en mi familia, en mi vida... Miraba cada momento el reloj y pensaba, he vivido una hora más», afirmaba ya con una sonrisa en los labios. Al tercer día, su pierna reaccionó y Marie decidió salir de la cueva. Oyó el helicóptero de la Guardia Civil, pero no imaginaba que medio pueblo se había lanzado a buscarla.
Después de un rato, vio a lo lejos a cuatro vecinos que se retiraban del rastreo, pero no podía gritar, ni siquiera levantar los brazos por el cansancio. Isaac, el joven que la descubrió con sus prismáticos sólo supo reaccionar tirándolos y corriendo hacia ella mientras gritaba. Pepi, otro de sus 'angeles de la guarda', llamó por teléfono al marido de la recién encontrada, que acudió de inmediato al encuentro de su mujer.
«Era tal mi estado que creí que me gastaban una broma pesada cuando me llamaban», recordaba ayer Roger, su marido. Sin duda, él ha sido otro de los protagonistas de esta historia, que califica como «el peor momento de mi vida».
Fue él, al ver que Marie no volvía de su excursión, quien se lanzó primero a buscar a su mujer junto con un vecino, y quien alertó al Ayuntamiento y a la Guardia Civil, que puso en marcha un dispositivo de búsqueda en el que trabajaron mano a mano agentes y vecinos: «Había algunos que dejaban su trabajo para salir a buscar», afirmaba agradecido este británico, ya un gastoreño más.
Sin duda, la solidaridad vecinal ha sido una de las cosas que más han sorprendido y emocionado al matrimonio. «Venían a traerme fruta, comida, a acompañarme y darme ánimos», continuaba ayer Roger, que poco a poco fue cayendo en un estado de «desesperación» que le impidió salir de casa. «El tercer día perdí la esperanza, pero ellos me decían que no». Por suerte, el final ha sido feliz y Roger veía cambiar «las lágrimas de dolor de muchos de los que se acercaban, para convertirse en lágrimas de alegría».
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