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Los jóvenes gaditanos empiezan a consumir hachís a los 15 años

La cocaína y las drogas más duras son usuales en edades más avanzadas por su alto coste y difícil acceso

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El 25% de los menores reconoce haber consumido cannabis, la mayoría entre 14 y 15 años, según el estudio Jóvenes y Droga que publicó recientemente la Diputación de Cádiz. Las mujeres son más precoces a la hora de probar nuevas experiencias, lo que ha supuesto un cambio importante en el patrón de los últimos diez años, de hecho, el porcentaje superó al de los hombre en edades de entre diez y doce años, aunque la cifra es apenas anecdótica.

En el caso de drogas más duras como la cocaína, la edad para empezar a consumir se fija a partir de los 16 años, con un 29,3% de los jóvenes entrevistados para el informe. El alto precio de este estupefaciente y la mayor dificultad para adquirirlo prolonga la edad. Aún así, no es hasta los 18 cuando la proporción de consumidores empieza a repuntar. Las anfetaminas y el speed, un derivado de las afentaminas, es también una droga de adolescentes y tienta a menores de 15 años, a un 28,9% del total. Resultados similares se obtuvieron cuando se preguntó a los jóvenes sobre el consumo de éxtasis y otras drogas de diseño. La mayoría de los menores que coquetean con el hachís y marihuana reconocieron alternarla con cocaína y pastillas de éxtasis. Precisamente las drogas de diseño ganan cada vez más terrenos a los estupefacientes tradicionales como la heroína cuyo consumo se ha reducido enormemente.

Según el estudio de la Diputación, realizado en 19 centros educativos de la provincia y en varios niveles, ha aumentado el número de consumidores y, sobre todo, el catálogo de sustancias, por lo que «hay que reforzar las actuaciones preventivas». En este sentido, el trabajo recalca que «el papel de los padres es fundamental e insustituible».

Entre las señales que puede indicar que un joven es consumidor se encuentra una disminución del rendimiento escolar, problemas de disciplina, enfrentamiento con profesores y compañeros, cambios bruscos de comportamiento, irregularidad en los hábitos del sueño, faltas de respeto y conflictos en la propia familia.