Cartas

Antonio

Desde la atalaya de su peluquería en la plaza de San Juan de Dios, vio pasar el Cádiz eterno: el del Corpus en jueves, corridas en la plaza de toros, flamenco en Santa María y trofeos Carranza de tronío.

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Compartí con él charlas de ese Cádiz y sobre todo anécdotas de fútbol, del que hablan con apasionamiento pero con mesura; nunca se exaltaba y sabía mantener el equilibrio en sus juicios.

Perteneció a una generación que creció con la necesidad y por eso sabía el valor de las cosas y no le dio ninguna concesión a lo superfluo.

Cuando se jubiló se sumergió con su inseparable Rosa en pasear por la playa. el fútbol, el periódico y sobre todo su familia, especialmente sus nietos Javi y Carlos a los que dedicó todas sus atenciones.

Rosa se fue de una manera cruel e inesperada y Antonio ha querido reencontrarse con ella y se ha ido sin avisar y provocando la pesadumbre en todos los que lo queríamos y de una manera especialísima en su hija Victoria, que se entregó a él para paliar, en la medida de sus posibilidades, la ausencia de Rosa.

A victoria le digo que personas como su padre, igual que el Cádiz que él conoció, son eternas, porque sus cualidades son para los demás un espejo para mirarnos siempre.

Manuel Núñez Jurado. Cádiz