Ciudadanos

Hipotecas e 'hipotecas'

Sí las hipotecas de los ciudadanos representan un gravísimo problema para el desenvolvimiento ordinario de un importante número de familias, las hipotecas contraídas por el Gobierno asfixian a la sociedad española en plena crisis y debilitan el ya maltrecho margen de maniobra para la recuperación económica.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Se promulgó la Ley 41/2007, de reforma del mercado hipotecario, aportando importantes novedades en cuanto desconocidas en España, no así en los países de nuestro entorno. La hipoteca «inversa», la hipoteca «global, flotante o de máximo de garantía de diversas obligaciones» y la hipoteca «recargable», quizás sean las innovaciones de la norma, pero ésta desaprovechó la oportunidad de mejorar y abaratar las garantías hipotecarias, en tiempos como los que ahora corren de retracción de la financiación bancaria a las empresas y en los que se hace imprescindible la búsqueda de nuevos mecanismos de garantía en el mercado de crédito.

La hipoteca «global, flotante o de máximo de garantía de diversas obligaciones», no conlleva un carácter extintivo sino meramente modificativo, únicamente pueden constituirse a favor de las Administraciones Públicas y de las entidades financieras que operen en el mercado hipotecario, y pueden facilitar y flexibilizar la financiación íntegra de determinadas empresas, fundamentalmente pequeñas y autónomos. Es una hipoteca con garantías de varias obligaciones tanto presentes como futuras. Es decir, el banco constituye una hipoteca con independencia de las deudas sobre uno o varios inmuebles y en garantía de distintos tipos de operaciones financieras. Ello se traduce en una situación jurídica unitaria de naturaleza real y permite la inscripción de todas las cláusulas del préstamo en el Registro. Precisamente, la falta de uniformidad en la calificación registral, como era contemplado en la legislación anterior, abocaba a situaciones de auténtica inseguridad jurídica, lo que ahora ha sido corregido.

La hipoteca «inversa» es un producto financiero que posibilita a las personas mayores de 65 años obtener recursos económicos que complementen las rentas que estas personas tienen a partir de esa edad y que, en no pocas ocasiones, la única renta entonces disponible es la pensión de jubilación. Es decir, se pretende complementar las rentas obtenidas por el pensionista a partir del sistema de prestaciones de la Seguridad Social, con su propio ahorro, que tenía inmovilizado en su propia vivienda. Se trata pues de obtener liquidez sobre la base de la vivienda propiedad del pensionista, sin renunciar por ello ni al uso de la vivienda ni a la propiedad de su casa. Se ha criticado que el nivel de ahorro del español es exiguo en relación con los ciudadanos de países del entorno, lo que no es cierto del todo. Mientras los alemanes o ingleses han ahorrado a través de planes de pensiones y de jubilación de carácter privado, con el fin fundamental de complementar la pensión pública de Seguridad Social y obtener una renta dineraria periódica que dignifique sus vidas, en España el ahorro acumulado a través de los años se encuentra materializado en activos inmobiliarios, básicamente en viviendas. Tan es así, que cerca del 90% de los españoles son propietarios de su vivienda, por lo que tienen inmovilizado su ahorro en su propia casa. Por tanto, el ciudadano español dispone de patrimonio, formado en el tiempo a través de la acumulación de ahorro, de igual forma que el que ahorra en planes y fondos de pensiones. Estos últimos, llegado la edad de jubilación disponen de liquidez, ya que la finalidad de esta forma de ahorro es transferir rentas dinerarias a los partícipes en los fondos ante la ausencia de rentas salariales por encontrarse jubilado. La idiosincrasia española lleva a la obsesión de su población a ser propietaria de una vivienda, que va a ser sin duda el «gran patrimonio» de los españoles, pero patrimonio que hasta la fecha no era posible disfrutarlo de forma líquida, siendo la hipoteca «inversa» el punto de inflexión para corregir esa situación.

La hipoteca «recargable», consiste en la posibilidad de ampliación del préstamo inicial sin aumento de la responsabilidad hipotecaria, ni pérdida del rango registral. Hasta ahora la refinanciación del deudor con su acreedor exigía constituir otra segunda hipoteca, con los gastos subsiguientes y la pérdida del rango o prioridad registral de la hipoteca originaria, es decir, una hipoteca garantizaba una única obligación, de manera que para garantizar otra, había que constituir una nueva garantía.

Si hipotecados estamos hasta las cejas como particulares, no menos hipotecados por el hombre que encumbra su ceja, superponiendo el dedo índice sobre ella en forma de triángulo. Imita de esa forma a los artistas que agradecen al presidente la imposición del canon digital, agrupados en la plataforma paz, gesticulando de esa forma a través del lenguaje de los signos. Todo muy conmovedor pero todos hipotecados.

Los compromisos electorales asumidos por el presidente en plena campaña superan con creces los 50.000 millones de euros. Factura que supongo pagará durante la legislatura y que no son precisamente estímulos naturales de reactivación económica. Pero claro, sí entonces negaba la crisis e insultaba (calificar a la gente cuerda de antipatriotas es un insulto, cuando además, como se puede probar, era absolutamente cierto) a los que sin ser visionarios la palpábamos como una evidencia, ahora por no asumir la realidad de los acontecimientos, tanto internos como externos, los ciudadanos españoles estamos de otra forma hipotecados. Los compromisos electorales más llamativos a la sensibilidad social eran: cheque de los 400 euros, reforma fiscal de los autónomos, Ley de Dependencia, Ley de Igualdad, pensiones, vivienda y Ley Rural lo que importaban los 50.000 millones de euros. Lo que se presupuestará no alcanzan los 23.000 millones por los mismos conceptos. Sin embargo, el presidente de forma reiterativa manifiesta su desacuerdo a reducir el gasto social, pese a que el propio Gobierno admite ahora que la crisis toca con virulencia a las rentas más bajas. El ambicionado pleno empleo, que era una entelequia, se queda en una mera expectativa. La hipoteca que conllevan sus promesas impiden la actuación racional en política económica de emprender las anunciadas pero incumplidas de forma reiterativa rebajas fiscales, tanto en el IRPF como en el Impuesto de Sociedades. Ambos impuestos se sitúan por encima de la media de los países de la OCDE. Esta medida, determinante en el aumento de la masa monetaria en manos de los particulares, es la mejor receta para la reactivación de nuestro maltrecho consumo.

El problema es que el español medio asume la doble condición de hipotecado e hipotecado. Y eso que todavía nos queda el hipotecón, cuadrar el sudoku de la financiación autonómica. Otra hipoteca asumida de forma innecesaria por una sociedad que se ahoga hipotecada.