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A POR TODAS. Los españoles se adaptaron a las condiciones del viento. / XXX
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Marejada en Qingdao

Iker Martínez y Xabier Fernández reclaman el oro por una irregularidad de los daneses

PEDRO SARDINA
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Fue una regata no apta para corazones débiles y el de los guipuzcoanos Iker Martínez y Xabier Fernández todavía puede dar otro vuelco porque la decisión de un jurado internacional pintará hoy el color definitivo de su medalla en Pekín: oro o plata. Rocambolesco lo ocurrido ayer en el Mar Amarillo de Qingdao, un campo de regatas que, a diferencia de otras jornadas, tuvo viento, y mucho, y también olas.

Los españoles de la clase 49er., campeones olímpicos en Atenas, salían casi sin opciones y su pericia, unida al zarandeo y posterior 'hundimiento' de la mayoría de las embarcaciones, les permitió surgir entre la espuma en una impresionante remontada y entrar primeros en las cercanías del puerto. El puesto les aseguraba la segunda posición, pero había opciones de subir a lo más alto del podio si los daneses, por entonces sus máximos rivales, quedaban octavos o más retrasados. Y de repente divisaron el barco con bandera croata entrando en la séptima plaza. ¿Perfecto! Lo que no sospechaban ni por asomo era que los tripulantes que navegaban bajo la enseña ajedrezada eran los daneses. Demasiado. No entendían nada. Sus rivales podían colgarse el oro a bordo de otra embarcación.

Y es que Jonas Warren y Martin Ibsen habían cometido un error de principiantes en los prolegómenos de la jornada decisiva al salir a entrenar a unas aguas muy revueltas y azotadas por vientos de hasta 22 nudos. Con el spi izado, una racha traicionera agitó su barco, lo que tuvo consecuencias nefastas para su palo, que se partió como un palillo.

Los daneses regresaron a tierra e intentaron cambiar el mástil, pero ya no tenían tiempo. Sin dudarlo un instante y a la desesperada, pidieron prestada otra embarcación a sus amigos croatas, que habían sido eliminados. Los participantes que salieron junto a ellos se quedaron a cuadros cuando vieron a los dos daneses vestidos con los colores de su país y navegando con bandera de Croacia.

La lluvia arreciaba en Qingdao cuando el Comité de Regatas dio el bocinazo de salida. Iker y Xabier, que tenían que ganar sí o sí, salieron mal -quizá por miedo a la descalificación-. Arrancaron en sexta posición, por lo que tenían que apretar los dientes en la primera ceñida. Con 14 nudos de intensidad de viento y una ola corta, era muy peligroso intentar ganar a la flota por velocidad, Efectivamente, a pocos metros de barlovento, el 49er. español clavó la proa y volcó. Volvieron a adrizar el barco con rapidez, pero fueron adelantados por seis de las ocho embarcaciones que compitieron ayer -Austria y Estados Unidos fueron descalificados por un fuera de línea-. Viraron barlovento y, con todo el trapo desplegado, rebasaron los diez nudos de velocidad con unas planeadas tan rápidas que en una trasluchada volvieron a volcar.

En esos momentos eran últimos de la clasificación y Xabi Fernández le daba vueltas a su cabeza pensando que los kilos que había perdido para competir en China le hubieran venido como anillo al dedo para una regata tan física. Parecía todo perdido cuando Eolo y el mar empezaron a hacer de las suyas. Volcaron los barcos inglés, alemán, francés, brasileño... Y empezó la remontada española. En la última baliza de barlovento los vascos eran terceros, por detrás de Italia y Australia. La popa se presumía interesante. Italia era oro en esos momentos, pero a cincuenta metros de la llegada su barco zozobró. A los de Oceanía les ocurrió lo mismo. Los guipuzcoanos no se lo pensaron dos veces. Por el medio de los dos cascos surgió de la nada, entre una cortina de agua, una bandera española. Habían logrado lo imposible. Victoria de oro.

Reclamación

Minutos después entraron los daneses 'disfrazados' de croatas. Iker y Xabier presentaron de inmediato una reclamación al Comité de Regatas para reivindicar su medalla de oro. Sus integrantes no se mojaron y, tras varias horas de deliberaciones, solicitaron un informe del Comité de Medición cuyas conclusiones no son ni siquiera vinculantes. Los jueces adoptarán hoy una resolución definitiva.