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La cuarta edición que el Festival Al-kalat refleja orgulloso en su diptico informativo se muestra como una declaración convincente de un proyecto firme y, por supuesto, como una clara apuesta por la música, lo que le está llevando a convertirse en un referente cultural en las veraniegas noches de la provincia. De la misma manera, otra de las señas de identidad que han perdurado desde los inicios de esta bonita idea se cimenta en la alianza entre Alcalá y The Soloists of London. Estas dos ideas hacen que sean posibles espléndidas noches de música como las que disfrutó el pasado sábado el público que se dio cita en la parroquia de San Jorge. Pero también es necesario que esta iniciativa se complete con algunos elementos formales muy importantes en eventos de estas características y que, no por pasar a veces de manera desapercibida, dejan de ser importantes.
Actualizado: La pasada noche pudimos asistir a un concierto algo extraño en su concepción, iniciándose este con 20 minutos de retraso sobre la hora prevista (algo que habría que cuidar más) con el Trío Scherzo, que participó en la velada con una pequeña pieza comunicada in situ con poco éxito para el público que se encontraba más lejos de los intérpretes, ya que no aparecía en el programa. El Concierto para Clave Bwv 1052 de J. S. Bach, versionado en esta ocasión para piano, abrió la participación del conjunto inglés. Adaptado por el genio de Eisenach tomando como original un concierto para violín, ahora perdido, se ha convertido en el más popular de toda la serie de conciertos para clave, que Bach construyó en forma de colección. La riqueza melódica que ofrecen sobre todo sus dos movimientos vivo sirvió para disfrutar de un excelente piano de la mano de Claudio Martínez Mehner. Su interpretación fue fluida y sutil, aunque algo carente de fuerza e imprecisa en el adorno, en especial en el primer allegro, donde se echó en falta un discurso más decidido y directo, más propio de la direccionalidad y la contundencia que requiere Bach.
Por su parte, los Solistas de Londres dejaron una primera muestra de la calidad que atesoran. El buen empaste entre las cuerdas y su excelente fraseo conformaron una lectura de la obra pulcra y sin estridencias, algo perjudicadas por el exceso de sonido que provenía del piano, que se utilizó sin su tapa, lo que supuso un balance general algo difuso. La Sinfonía para Cuerdas nº4 fue escrita por Felix Mendelssohn a petición de su profesor Carl F. Zelter. Sus pasajes reflejan una sólida formación y un claro dominio del lenguaje clásico y barroco, impropio en un niño que no alcanzaba todavía los 15 años de edad. Su ligereza y espontaneidad, su carácter cantabile, aparecen aquí de forma premonitoria, y posteriormente se transformarán con toda maestría en las señas de identidad de obras tan conocidas como su Sinfonía Italiana. La lectura de los Soloists estuvo en todo caso condicionada por su reducido número de miembros y el color que imprimieron a su interpretación. Por ello sonó algo vacía, sobre todo en los pasajes del grave donde la textura que crean las cuerdas puso en evidencia este handicap. Sin embargo, los pasajes más ágiles, sobre todo en el allegro vivace fueron ejecutados con total maestría. La interpretación fue compacta y equilibrada, destacando el empaste ofrecido por los violines primeros. La velada se cerró con Mozart y su concierto para piano Kv. 414. Escrito en otoño de 1782 en Viena, originalmente con sección de viento, pudimos disfrutarlo adaptado a su versión a quattro para cuarteto de cuerda y piano. En esta ocasión, Mehner ofreció un discurso con más puntos de coherencia que en Bach. Su piano sonó ligero y sutil, acorde con la lectura que llevaron a cabo los Soloists. Los ágiles tempi también ayudaron a conferir a su interpretación este carácter.
En definitiva, una excelente noche de música, con una interpretación que a veces rayó a gran altura y que el numeroso público asistente supo valorar con insistentes aplausos.