«La gente salió muy rápido y en menos de diez minutos la playa se quedó vacía»
Acceder a Guadalmar fue imposible durante toda la mañana de ayer, en la que se respiró cierta preocupación, aunque en ningún momento se perdieron los nervios Desconcierto en Benalmádena tras el desalojo de la playa y la posterior explosión
Actualizado:De repente, la playa se llena de policías que instan a abandonar la arena. El motivo: amenaza de bomba. Así se vivieron las explosiones de ayer en los tres escenarios elegidos por la banda terrorista ETA.
GUADALMAR
El primer artefacto
Una explosión a 30 metros de los agentes
«El artefacto ha estallado a 30 o 40 metros de los agentes. Han tenido que pasar por encima de ella uno o dos minutos antes. Han estado allí con los perros hace minutos». A Santiago Mateo, la deflagración le pilló justo detrás del cordón de seguridad instalado en el lugar en el que estalló el primer artefacto de ETA, a escasos metros del Hotel Tryp Guadalmar. No se equivocaba, y de hecho, cuando sonó el estruendo seco de la explosión y una nube de arena cubrió el horizonte, el primer pensamiento fue que allí adentro había policías. Afortunadamente no hubo nada que lamentar y al final todo quedó en un pequeño cráter en la arena, no mucho más grande que el que cualquier niño puede hacer con una pala y un poco de tiempo. Una hora antes Santiago había sido desalojado de la playa: «La verdad es que la gente salió rapidísimo, como si estuviera preparada. En cinco o diez minutos estaba todo el mundo fuera de la playa», explicó. De hecho, muchas personas ni se plantearon recoger de la arena sombrillas y toallas.
A Claudia López, el coche se le quedó dentro de uno de los numerosos cordones de seguridad que impedían el paso a la arena desde la zona conocida como La Cizaña hasta la misma desembocadura del río. Ayer llegó temprano a Guadalmar -sobre las diez de la mañana- se dio un baño, se tumbó en la toalla y se durmió. Cuando se despertó la escena era sorprendente: «La gente desalojaba la playa y había coches de policía. Pregunté qué pasaba y me dijeron que había una amenaza de bomba». Dentro del cordón de seguridad se quedó también el coche de Maribel González, vecina de Guadalmar, que se disponía a salir de allí con sus hijos, «para irnos a pescar». Maribel tuvo más suerte, porque le pidió a un policía que le sacara el coche, y este accedió. Salir, y sobre todo entrar a Guadalmar; eso era ayer lo más complicado. Acceder a la urbanización era totalmente imposible para aquellos que no fueran residentes y abandonar la zona era sólo posible si los vehículos no habían quedado dentro de los cordones de seguridad.
Los clientes del Hotel Tryp Guadalmar estuvieron una hora sin poder salir del hotel y pasada la una, cuando el artefacto ya había explosionado, fueron desalojados de la zona de la piscina, por su proximidad a la playa: «Han conseguido darnos el día», aseguraba una mujer a la que acababan de pedir que abandonara la zona de la piscina. La policía pidió la lista de clientes que se había alojado esa noche allí, por si hubiera algún registro sospechoso. A medida que transcurría el tiempo y ante la imposibilidad de que llegara allí taxi alguno, los turistas que debían tomar vuelos o trenes para regresar a sus destinos empezaba a inquietarse. La normalidad llegó a la zona pasadas las tres de la tarde, aunque la policía permaneció en el lugar de la explosión hasta bien entrada la tarde.
PUERTO MARINA
Segundo artefacto
Orden de desalojo por megafonía
«El acceso al puerto está cortado por motivos de seguridad», gritaba la Policía Nacional a la entrada de Puerto Marina en Benalmádena. Esta era la estampa que se encontraban ayer turistas y veraneantes que bajaban a disfrutar de un domingo en la playa. Desde la Plaza Solymar, agentes de seguridad avisaban de un desalojo de la zona ante una amenaza de bomba.
«Al principio pensábamos que se trataba de un rumor, pero al cabo de cinco minutos vimos a la policía que ordenaba el desalojo por megafonía», recordaba Rosario Domínguez, una turista que pasa unos días en Benalmádena. En otros casos, han sido los propios afectados quienes se avisaban unos a otros. Muchos paseaban junto al cerco policial sin saber adónde ir o qué hacer. «Yo he ido a la playa y no llevaba ni documentación», asegura Ashley Simons, una turista galesa que pretendía pasear y darse un chapuzón. Más que momentos de pánico, la mayoría se preocupaba porque no tenía acceso al 'parking' donde habían dejado su vehículo o al hotel donde se alojaban.
No pasó ni un minuto de las tres de la tarde, hora a la que estaba prevista la deflagración, cuando «un sonido similar a un cohete se oyó por todo el hotel», asegura Manuel Vílches, un veraneante alojado en un complejo hotelero cerca del puerto. Ladridos de perros asustados, algo de humo desde la ventana de los apartamentos de El Saltillo y «un pequeño temblor junto a la habitación que apenas movió nada» fueron las señales detectadas por los vecinos tras la explosión. Luego incertidumbre y muchas llamadas telefónicas tranquilizando a los familiares, y comunicándoles que, a pesar de todo, nada había ocurrido.
El presidente de la Asociación de Vecinos Fuente de la Salud, urbanización colindante con Puerto Marina, escuchó la explosión desde su casa. «La policía desalojó las viviendas más cercanas al puerto y a los demás vecinos nos dijeron que nos quedáramos dentro de nuestras casas, con las ventanas cerradas y las persianas echadas», cuenta Andrés Meyerhans. «Escuché el 'bum' y pensé 'ya está'; respiré aliviado, porque no sonó tan fuerte como la del otro día en Torremolinos».
A-7
Tercer artefacto
Rumores hasta el hallazgo
Pasadas las tres de la tarde, la Guardia Civil halló el tercer artefacto en el kilómetro 232 de la A-7, junto a la desembocadura del río. Antes se habían producido algunos rumores sobre la localización de otra bomba en la autovía, a la altura del aeropuerto, aunque el propio subdelegado del Gobierno en Málaga, Hilario López Luna, informaría de que se trataba de una olla, sin más peligro. Una vez localizado el explosivo, los artificieros de la Policía Nacional se encargaron de desactivarlo, sin más consecuencias.