Un lugar donde la mesa es la gran protagonista
La calle San Francisco de Paula se llamó así en 1639, muy posiblemente como agradecimiento a las Mínimas
Actualizado: GuardarEs difícil encontrar en Jerez otro lugar donde se congreguen tantos estilos distintos de gastronomía como en la calle Francisco de Paula. Justo en la esquina de la calle con la calle Ávila, hay hasta un lugar donde, según cuentan los vecinos, se dan cursillo y se enseñan a los cocinillas y amas de casa a usar la thermomix.
No lo pudimos constatar en primera persona toda vez que las tardes de agosto están para descansar y la academia de este aparato que ha revolucionado las cocinas de muchos hogares estaba cerrada por vacaciones. Y así toda la calle. De Ávila a Antona de Dios es difícil que alguien no caiga en la tentación de tomar un bocado. Al menos, no será por propuestas.
Y es curioso que Dios los críen y ellos se junten, pero es de esta guisa -nunca mejor dicho-. Curiosidades de la ciudad en una calle poblada de restaurantes y propuestas gastronómicas mientras que el titular de la misma haya sido un anacoreta que no dejó de pasar de algunas yerbas silvestres y mucha agua. San Francisco de Paula fue un hombre que llegó a la santidad por medio de la oración en la soledad de la montaña. Nacido en Italia en el siglo XV en Paula, su vida fue un ejemplo de austeridad, llegando a fundar la orden de los Mínimos y monjas Mínimas de las cuales tenemos un convento en la plaza de San Marcos.
Antes fue la continuación de Arboledilla, mientras que la actual plaza cercana a Medina pasó a llamarse Diego de Visley, que fue cura de San Miguel. Pocos datos históricos han quedado de cara a esta calle. Es en 1639 cuando aparece en los primeros registros y censos con el nombre de Francisco de Paula. Probablemente, el nombre lo adquiere como un gesto de agradecimiento por la presencia de monjas Mínimas en la ciudad de Jerez, sin poder ser contrastado este dato.
Acento venezolano
Hemos llegado a Muychic. Allí está Elena con su encantador acento venezolano. Ella se encarga, junto con Vanesa, de que todo esté a punto cuando de celebrar una boda se trata. «Llevamos desde marzo aquí, o sea, que acabamos de llegar, pero estamos bastante bien en la calle. Veníamos de otro lugar donde pasaban muchas menos personas. Al menos, estamos en el centro de la ciudad y eso se nota», comenta. Regalos, detalles, originalidades y si quieren hasta un pinchadiscos son algunos de los muchos servicios que estas chicas dan para aquellos que planifican su boda, un bautizo o una comunión. Sin embargo, Elena no es venezolana. Es cierto, aunque el principio una pueda pensar que te está tomado el pelo. Lleva dos años en Jerez, su ciudad natal. Con tan sólo once, sus padres se trasladaron a Caracas, donde vivió durante toda su vida. «No tuve más remedio que copiar el acento venezolano», comenta. Sus padres regresaron acá al origen y ella también siguió la estela que formaban en el gran océano de los recuerdos. «No estoy dispuesta a ver cómo se cargan un país que es maravilloso. Aquello se ha convertido en un lugar inhóspito, peligroso y con muchos problemas sociales. La pobreza ha llegado a cotas insospechadas. Me da mucha pena haber abandonado el lugar donde me crié, pero así es la vida», subraya. No obstante, admite que «se siente como una jerezana más, aunque todavía me quede bastante para coger el acento de aquí».
Mientras Elena cuenta su historia, Javier Muñoz está preparando su restaurante de cara a las cenas que se han de servir. Este restaurador ha sido uno de los más innovadores de los últimos años en la ciudad. Se le ocurrió un buen día montar un negocio donde el propio cliente tuviera que hacerse un buen chuletón de ternera o vaca, en la mesa con un hornillo.
Infiernillos
Y triunfó. Todo Jerez ha pasado alguna vez por delante de sus infiernillos y se ha sentido por un día un cocinero importante. «No sólo innovamos con aquello de los hornillos de carbón, sino que también entiendo que introdujimos las carnes en Jerez. Ya sabes que aquí somos mucho de pescado», subraya. El caso es que también admite que «yo no inventé nada. Ya había una Carboná en Sevilla, tan sólo lo que hice fue traer la idea aquí».
Ahora ya la cosa ha cambiado. «Sin duda que ya no es lo de antes. La gente también se quejaba porque la carne no acababa de hacerse o por el humo que estaba desprendiendo la mesa de al lado. Así que ahora tan sólo hacemos el chuletón a la piedra, que conserva todavía el encanto de entonces», afirma.
Confitería del futuro
Justo al lado, está lo que Javier denomina «la confitería del futuro». Es un establecimiento llamado Plato Hondo. Es el sitio donde Javier vuelve a innovar con comidas preparadas. «Ahora también hay catas de aguas, y en los restaurantes importantes te tienen preparadas una gran variedad de aguas distintas», subraya. Botellas de Nueva Zelanda, o de Canadá. Envasadas con mimo y con propiedades excepcionales. No hay nada como un buen vaso de agua a la hora de sentarse a comer. La tienda es, desde luego, un auténtico escaparate de delicattessen.
Al lado está el Alcazaba, un establecimiento nuevo en la calle, pero con solera, pues su hermano mayor estuvo muchos años abierto en la calle Medina. Lugar de tapas y de comidas tradicionales del Jerez de siempre. Y al frente, el Mesón El Patio, otro clásico de Jerez, con sus comidas típicamente jerezanas.
Cuando ya se acaba la calle, con comercios de decoración, muebles y perfumerías, nos encontramos con Kabila. Allí están los hermanos Merino acercando la decoración y artesania marroquí a la ciudad con forja, cerámica y todo tipo de complementos. «Existe una demandan muy interesante de este tipo de productos», comenta Ana.
Fernando Merino se encarga de los pedidos, los cuales se encarga él personalmente de traer desde Marruecos. No sorprende, por lo tanto, que su furgoneta conozca los caminos del desierto tan bien como los del centro de la ciudad de Jerez. «Hay que conocer bien el país, y cómo son ellos», comenta Fernando, quien se define a sí mismo como un «enamorado de la cultura de Marruecos». «Te tiene que gustar mucho este trabajo», concluye en forma de sentencia.