La posición de Moscú
Hay desde ayer fuertes indicios de que la Federación Rusa parece estar considerando la pura y simple absorción de Osetia del Sur (que se uniría a la República Federada de Osetia del Norte) y de Abjasia, territorios bajo soberanía formal de Georgia.
Actualizado:Durante la pasada jornada, en el escaso plazo de un par de horas, la agencia rusa Interfax difundió despachos que parecen categóricos al respecto: el presidente de la federación, Dimitri Médvedev, dijo a los líderes de ambos territorios, a quienes recibió en el Kremlin, que Rusia «respaldará y garantizará» toda decisión que ellos puedan tomar y el ministro de Exteriores, Seguei Lavrov, aseguró que había que «ir olvidando el asunto de la integridad territorial de Georgia».
No sería una sorpresa si el precedente de Kosovo es invocado más pronto que tarde. El territorio de ese nombre, jurídicamente parte de Serbia, como Abjasia y Osetia-Sur lo son del Estado georgiano, accedió a la independencia, como deseaba el 90 % de sus habitantes, musulmanes, y la consiguió con un apoyo fuerte de los Estados Unidos, que lo consiguió también por parte de la mayoría de los Estados de la Unión Europea (aunque no de todos, entre ellos, sin ir más lejos, la propia España).
El caso ruso, que recurriría a idéntica argumentación (el deseo reiterado de la población, culturalmente diferenciada y desubicada en el paradigma georgiano) puede ser, curiosamente, más fácil porque Kosovo se convirtió en un Estado independiente, que entrará en la ONU y abrirá distintas embajadas, lo que no será necesario en el Cáucaso, donde la gente (unas 150.000 personas censadas en total) y la superficie territorial (en torno a 12.600 kilómetros cuadrados) se integrarán, de un modo u otro, en la gran Federación.
Así pues, los Gobiernos europeos no tendrían que adoptar la siempre difícil decisión de no dar su reconocimiento a un Estado nuevo cuyos creadores se sienten legitimados.
Es verdad que los Estados Unidos, que ayer presentaban a sus socios medidas de castigo a Moscú, podrían romper sus relaciones con Rusia. Pero es poco probable que lleguen a tal extremo porque, entre otras cosas, al revés de lo sucedido en Kosovo, nadie tendrá que elegir y, desde luego, es poco verosímil que Alemania o Francia (que en cambio sí se mojaron en la aventura nacional kosovar) se lo planteen siquiera. Es la hora de la cruda realpolitik