Metástasis del botellón
CALLE PORVERA Las leyes en nuestro país están para no cumplirlas. Eso deben pensar muchos jerezanos que han visto como numerosos jóvenes se saltan a la torera la Ley Antibotellón sin que existan ni el suficiente civismo ciudadano para impedirlo ni, en ausencia de éste, un control policial suficiente.
Actualizado: GuardarLa normativa, que entró en vigor en diciembre del año 2006, es decir, hace casi dos años, ha servido para que los vecinos de zonas como San Andrés (donde la que se armó en su día fue bastante grande) puedan descansar tranquilos por las noches.
Luego, se buscó a los jóvenes, que también tienen derecho, un lugar para divertirse, el llamado botellódromo, y que, como todo el mundo sabe, está situado en la avenida de Los Chiribitos (vaya nombre, menos mal que la alcaldesa ha anunciado que se le cambiará). Es lógico y comprensible, en primer lugar, que a los integrantes de la llamada movida o botellón (botellona en otros lugares como Sevilla) no les guste que los traten como a ovejas a las que hay que reunir en un mismo recinto.
En segundo lugar, el ser humano tiene gustos y formas distintas de divertirse, estilos, tendencias sociales, etcétera, etcétera. Convivir todos juntos, en torno al ritual de los fines de semana, es bastante complicado.
Pero si a alguien se le ha ocurrido otra idea para compatibilizar (como dicen los políticos) «el derecho de los jóvenes a divertirse y el de los vecinos a descansar», que levante la mano.
Claro que ahora, con la crisis económica, son malos tiempos para disuadir a los jóvenes de practicar este ritual tan arraigado en la cultura sureña. A no ser que al Gobierno se le ocurra alguna de sus medidas también para los bares.