El registro político y diplomático

El cómo se advirtió en el momento de anunciar el cese de la invasión: el presidente Mèdvedev se lo hizo saber a la UE con una llamada a Javier Solana y todo unos minutos antes de recibir a otro europeo, el presidente Sarkozy, presidente semestral de la Unión.

La versión de Moscú es balsámica, pero práctica: garantizada la seguridad de los soldados y los civiles en la región, se detienen las operaciones, aunque se hace constar que no se retirarán las tropas por el momento: se abre así, sin decirlo, el proceso diplomático en correlato a los esfuerzos del Consejo de Seguridad de la ONU en pro de una solución.

Tal solución solo puede ser lo que casi todo el mundo dice: vuelta al statu quo anterior al 8 de agosto, cuando los georgianos atacaron Osetia del Sur y conquistaron efímeramente Tsijinvali. Si Washington estaba o no al corriente es el misterio de la crisis, pero el sentido común, sugiere que no: se habría disuadido al aliado georgiano, el presidente Saakashvili, un abogado de formación norteamericana que pasa por ser un disciplinado peón de la estrategia estadounidense en la región.

Washington ha anotado, como todos, que su reacción no ha sido un calco de la europea. La UE no ha podido ignorar que todo empezó con la incomprensible decisión georgiana del viernes, un dislate militar y político que tal vez cueste al presidente Saakashvili algún disgusto cuando pase la emoción patriótica.

Podemos esperar un largo proceso, una dilatada presencia de las tropas rusas en el área y un arreglo que pase porque las partes se obliguen a no recurrir a la fuerza nunca más. Tiflis sugería ayer que nada cambiará «hasta que el último soldado ruso abandone Georgia», , pero eso es, a estas alturas, parte del nuevo vocabulario.