Una tradición ancestral

Las apuestas de caballos han atraído a grandes masas de personas desde tiempos ancestrales. Comenzó siendo una práctica común en las clases sociales más altas, aunque hoy en día, cualquiera puede involucrarse en las carreras de caballos, realizar apuestas y, por ende, ganar grandes sumas de dinero.

Las apuestas realizadas en las Carreras de Sanlúcar baten cada año sus propios registros. El juego es tan popular, que todo aquel que asiste a la cita ecuestre suele participar. Resulta extraño acceder al Recinto de Las Piletas y no caer en la tentación de arriesgar y apostar por el caballo favorito.

Tan antiguas como las propias carreras, cada año acaparan un mayor protagonismo. Se trata de una tradición que se ha desarrollado desde mucho tiempo atrás, aunque oficialmente se tiene constancia de que existen desde mediados de los años 50 del siglo pasado.

Los participantes cuentan con tres tipos de apuestas: al ganador, a la gemela y al trío. Al ganador consiste en decantarse por un jinete, la gemela en acertar los dos primeros de la carrera en orden, y la apuesta al trío se basa en acertar los tres primeros de la prueba, también en orden.

Julio Ocio, jefe del sistema de apuestas de la competición, reconocía que «cada año las apuestas son más populares. Este año hay un 15% más de apostantes aunque, en su gran mayoría, la gente sigue buscando la diversión como primer objetivo». No existe un límite máximo establecido, pero las cantidades apostadas no suelen ser muy elevadas.

Antes del inicio de la prueba, cada apostante se decanta por su caballo ganador y, durante todo el transcurso, la emoción y la agitación se apoderan de la mítica carrera ecuestre.

Los pequeños se unen

Cada año, los aficionados se unen antes a la fiesta. Los niños continúan con la tradición y cada edición celebran un Concurso Infantil de Casetas de Apuestas, convocado por el Patronato Municipal de Turismo de Sanlúcar. Los más pequeños echan mano de su imaginación, y utulizando cartones y rotuladores como herramientas de trabajo, crean sus propias casetas, que colocan en las playas. No deja de ser una apuesta simbólica, pero singular y original a su vez.