Phelps, el quinto fantástico
Gana su tercer oro en Pekín -200 libres- y suma 9 contando los seis de Atenas, lo que le equipara a Nurmi, Latinina, Spitz y Lewis
Actualizado:Tres de tres. Tres pruebas, tres oros, tres récords del mundo. Así es Michael Phelps, que lo hace todo a lo grande. Y encima lo hace vistoso, regala poesía disfrazada de natación. Ahí, en la piscina, es mejor que nadie, un disfrute para los ojos de cualquiera por mucho que no entienda el desarrollo de este deporte que tiene héroe para rato. Y parece que lo haga sin sufrir, da la sensación de que marea a sus rivales hasta llevarles a la impotencia extrema. Jamás, por mucho que se entrenen, por muchas horas que pasen en el agua, podrán acercarse a él, que vive a una distancia sideral del resto de los mortales. Nunca habrá otro igual.
Su tercer oro en Pekín es el noveno si se suman a los seis de Atenas. Ya está por derecho propio entre los más grandes, compartiendo posteridad con Paavo Nurmi (atletismo), Larissa Latinina (gimnasia), Mark Spitz (natación) y Carl Lewis (atletismo), los cuatro fantásticos que habían logrado los mismos títulos que ostenta Phelps. Y hoy, a estas horas, puede que lleve once ya que esta madrugada habrá disputado las finales del 200 mariposa y del 4x200 estilos, que no se le pueden escapar salvo hecatombe.
La de ayer fue la del 200 libre, la única prueba individual que se le resistió en Atenas. Por entonces, Ian Torpe y Van den Hoogenband le robaron la gloria, le cerraron la puerta que llevaba al trono de Spitz, felizmente apalancado con su bigote y con siete metales al cuello. En China, por contra, tenía la llave y la contraseña. Ahora ya enfila el camino hacia la gloria, en donde reposara orgulloso por los siglos de los siglos. Dios es amigo de Phelps.
Un ritmo endiablado
Apenas sufrió, nadó a un ritmo tan endiablado en la final que sacó dos segundos al medalla de plata, un mundo en H2O. Phelps rebajó la plusmarca mundial que él mismo tenía desde Melbourne en 2007 con 1:43.86 y estableció un genial 1:42.96. Por detrás se clasificaron el coreano Park Taehwan, con 1:44.85, y el estadounidense Peter Vanderkaay (1:45.14), el nombre que escogió el entrenador Bob Bowman para bautizar a su último caballo ganador. Vanderkaay le obedece mientras Phelps va a su aire.
La obra maestra está a medio terminar. Lleva un ritmo de competición frenético y tan sólo ha competido en tres de las ocho finales a las que aspira. Pero nadie duda de que su trabajo será completo, sin grietas ni goteras, un monumento perfecto. Cuando los demás comienzan a hundirse, a sentirse mermados en los inacabables metros finales, Phelps explota después de haber escatimado esfuerzos en las primeras brazadas. Como ayer, en donde fue perezoso con su salida y nadó los 150 primeros metros en cuarta. Cuando puso la quinta, el resto tuvo que darle a las largas para verle cuando tocaba la pared.
Fuera de la piscina, mantiene siempre el mismo tono humilde «He nadado muy rápido, me cuesta creer que haya logrado ese tiempo», explicó. Parece un tipo cercano, aunque sea imposible hablar más de dos segundos con él ya que el departamento de comunicación norteamericano dosifica sus apariciones. Si tuviese que hablar cada vez vence una carrera, sea serie, semifinal o final, estaría afónico.