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Dos hombres y un destino

Resumiendo mucho, lo sucedido el domingo en Bolivia con el referéndum revocatorio (del presidente y ocho de los nueve gobernadores de departamentos) da dos vencedores netos y pone al país en sus manos: el presidente Morales, que ganó su apuesta con diez puntos más que cuando fue elegido en 2005, y Rubén Costas, el prefecto de Santa Cruz, que fue confirmado con un 79 % de los votos.

Enrique Vázquez
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El éxito del jefe del Estado es muy claro, pero también el de Costas, convertido en el líder semisecesionista del gran departamento que provee el 30 % de la riqueza nacional y donde el indigenismo y el nacionalismo económico no funcionan (ni han funcionado nunca en ese espejo de la Bolivia mostrada como siempre blanca y útil).

Los observadores esperaban con interés las palabras de ambos tras sus respectivos triunfos (matizados con la revocación de dos gobernadores opositores y uno oficialista) y lo oído no permite ser muy optimistas: Costas, en un tono muy hostil, agravió al presidente boliviano, a quien niega de facto legitimidad, lo que no hace nadie con sentido común; describió al régimen como «una dictadura», y utilizó un tono mesiánico y enfervorizado por el gran respaldo recibido en las urnas.

Evo Morales, bien aconsejado -tal vez por su vicepresidente, García Linera, también confirmado- dio satisfacción a su gente («seguiremos el proceso de emancipación económica y recuperación estatal» y «dedicamos este triunfo a todos los revolucionarios del mundo»), pero lo más notable fue su propuesta persona de «juntar la nueva Constitución política del Estado con los estatutos de autonomía de los departamentos».

Tal Constitución debe ser primero ratificada y, visto el resultado del domingo, Morales podría conseguirlo, pero está claro que una Carta Magna no debe ser adoptada si deja al margen a cerca de la mitad del país. La negociación se impone y está abierta con las palabras del presidente porque, que se sepa y hasta nueva orden, los estatutos de autonomía redactados en los departamentos hostiles y aprobados allí en consultas oficiosas, son ilegales y jurídicamente nulos.

La propuesta presidencial debería ser sondeada, al menos, por la oposición agrupada un día en PODEMOS (Poder Democrático y Social), la sigla con la que un político solvente, Jorque Quiroga, consiguió un buen resultado (casi el 30 %) frente a Morales y que parece evaporado por el fenómeno Costas y su tono casi insurreccional.