CALLE PORVERA

Entre fachas anda el juego

Por poco me desmayo de la impresión el día que descubrí a Pau Gasol asomándose a través de la pequeña pantalla a la casa de todos los españolitos para proclamar aquello de «ser español ya no es una excusa, es una responsabilidad». De inmediato, tuve que frotarme los ojos para descubrir que no estaba soñando, y que un ídolo de masas se enorgullecía de pertenecer a este país y lo hacía en público, sin tener que avergonzarse por ello. Sí, no deja de ser un anuncio publicitario, y probablemente por el dinero que le han pagado más de uno vendería hasta a su padre, pero el hecho en sí me llamó poderosamente la atención por varias razones.

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En primer lugar, comprendí que depende de en qué contexto ya no te tachan de facha por pronunciar la palabra prohibida, aunque lo hagas incluso con pasión. En segundo lugar, pero no por ello menos curioso, llegué a la conclusión de que definitivamente lo que mueve el motor de esta sociedad es el deporte y, sobre todo, el fútbol. Lo que no consiguió Aznar con su inoportuno bigote y su conservadurismo trasnochado lo han logrado, como diría más de uno, cuatro tíos en calzonas corriendo detrás de un balón.

Lo que consiguieron los falsos progres, que hicieron que enarbolar una bandera fuera considerado poco más que delito (siempre que fuera roja y gualda; las otras están libres de pecado), ahora sin embargo es aplaudido con entusiasmo si se hace en mitad de un estadio. Por muy triste que pueda parecer a algunos, lo cierto es que el instrumento más infalible para reconducir el sentimiento de pertenencia a una nación no es la religión ni la política, sino el deporte rey. Aún así, dudo que haya muchos que se atrevan a colgar una bandera cuando terminen las Olimpiadas.