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YAO MING , que logró trece puntos, lucha bajo el aro con un jugador americano. / AFP
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EE UU revienta la muralla china

La tropa NBA desguaza a la selección anfitriona con un juego espectacular

CRISTIAN GRAU
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Con Yao Ming no basta. Ni con sus 2,29 de altura ni con sus 140 kilos de peso. Estaba solo en el terreno minado. Hizo lo que pudo y nada cambió. Aunque hubiera hecho más, muchísimo más, habría dado igual. Esfuerzo inútil ahogado por la calidad. Demasiados brazos enemigos a su alrededor; gente voladora que trabaja con el espectáculo. Estados Unidos cazó y despedazó al dragón. No le supo a nada. Otra muesca más en su zapatilla. Porque el partido de ayer no tuvo color, quizás algo de pueril emoción en el primer cuarto, con la adrenalina como combustible vital para la selección anfitriona, pero luego llegó el monólogo NBA. Lo contemplaron cerca de 1.000 millones de espectadores de todo el mundo, el choque de basket más visto de la historia, y tampoco fue para tanto. A veces, la extrema superioridad roza el aburrimiento.

Estados Unidos reventó la muralla china sin agotar el ciclo de marchas. Iba en tercera y a ratos en cuarta. No les hizo falta más. Economía del esfuerzo. Dwayne Wade, Lebron James y Dwight Howard se bastaron para amputar la propuesta del combinado chino, que salió respondón pero acabó con la nariz rota. Los americanos ni siquiera necesitaron recurrir a su arma nuclear, Kobe Bryant, que trotó por la pista del pabellón Wukesong ante la atenta mirada de más de 18.000 espectadores. Les regaló 13 puntitos y algún que otro pase molón. La grada lo agradeció.

China apretó los dientes y saltó a la cancha en busca de la sorpresa. Lo malo es que nunca confió en ella. Durante el primer cuarto aguantó y, a ratos, iba por delante gracias a Zhu, Li y Sun. Pero cuando se frotaron los ojos ya estaban perdiendo. Los hombres de Kazlauskas vieron la luz desde la línea de tres y explotaron el recurso hasta agotarlo. Lo que entraba al principio dejó de entrar después y no hubo alternativas. Mientras tanto, la tropa NBA se dedicó a correr y a ametrallar el aro rival.

Los tres cuartos restantes fueron un monólogo de los hombres de Krzyzewski. Esperaban errores ajenos, que fueron muchos, y contragolpeaban. Se gustaban. Quizás demasiado. Exceso de purpurina. Mates, pases por la espalda, 'alley-hoops'... De todo había. Pero sobre todo corrían. Velocidad como arma. Y es aquí donde China se disparó en la sien. El mayor error que puede cometer una selección que se enfrenta a EE UU es tratar de seguir su ritmo. Emplear las mismas armas que el ejército NBA. Suicidio. Hay que hacer lo contrario: dormir el partido, anestesiarlo, sedarlo, ralentizarlo. Aburrirles con largas posesiones y entonces matar. Sólo así es posible sobrevivir.

En el juego de EE UU no hay orden, esquema; una máquina de hacer puntos que no entiende de pizarras. Howard -un pívot prodigio- y Chris Bosh minimizaron los daños provocados por Yao Ming, mientras que arriba, en ataque, las canastas de los hombres de barras y estrellas llovían por todas partes y desde cualquier lugar. Son perfectos. O casi. Da la sensación de que una selección bien organizada, asentada en la cancha, tácticamente trabajada y con las ideas claras puede complicar la vida al caos genial de los NBA. Y que los árbitros se atrevan a pitarles de una vez por todas los pasos de salida -ayer los hubo decenas- para restarles una pizca de velocidad en el arranque.