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Phelps inicia su baño de oro

Se despide de los 400 estilos con una aplastante victoria y con récord del mundo incluido

ENRIQUE YUNTA
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La natación, viendo a Michael Phelps, parece mucho más sencilla de lo que realmente es. Nada el estadounidense con una soltura impresionante, cortando el agua con unos brazos que llegan allá donde los de los rivales no lo harán jamás. Phelps es único en su especie, un deportista de otro planeta, un tipo al que todavía le emociona ganar y que defiende orgulloso el sentimiento patriótico, tan extendido por los cuatro rincones de la Tierra. Phelps es el hombre de Pekín 2008, no hay duda. En su asalto al trono de Spitz, Phelps evidenció ayer que va como la seda. Su primer oro, en el 400 estilos, fue un portento de la natación, una exhibición acompañada por un récord del mundo estratosférico. El crono se paró en 4:03.84, un segundo y 41 centésimas más rápido que en su anterior plusmarca. El húngaro Laszlo Cseh y el también norteamericano Ryan Lochte chupando rueda. Phelps es inalcanzable. Era la última vez que se tiraba al agua para nadar la combinada larga y se entregó hasta vaciarse. Sólo en el viraje de los 150, cuando Lochte le recortó el terreno perdido en la mariposa, cedió el liderato, pero cincuenta metros después recuperó el mando. Y así hasta el final. El cubo estalló de júbilo, Phelps tembló al ver su marca, oro y récord del mundo, el primero de sus ocho trabajos. Sólo alguien como Phelps puede lograrlo. Olvidado el bigote de Spitz, Phelps salió al Cubo enganchado a los auriculares, música de Eminem a todo trapo para enchufarse y aislarse de la presión, aunque para él, tan superior al resto, no existe apenas. Saludó con discreción cuando le mencionaba el 'speaker', concentrado únicamente en el agua fría de la piscina pequinesa que no llega a los 27 grados. Pero cuando él se sumerge entra en ebullición, sube la temperatura dentro y fuera, en donde diez mil almas se desgañitan para llevar en volandas al torpedo de Baltimore. Es un joven con carisma, es un joven terrorífico. Es Michael Phelps, el pez más rápido del mundo. Falló en Atenas en su primer intento, pero aquí en Pekín nadie pone en duda la superioridad de Phelps. Depende de sus compañeros en los relevos, pero viéndole nadar en los dos días de competición transcurridos desde la inauguración de los Juegos parece imposible que alguien pueda perturbarle. Sólo Crocker en los 100 mariposa. El resto es carne de cañón. En los 400 estilos lo bordó en mariposa, braza y croll, siendo la espalda la disciplina en la que menos a gusto se siente, como él mismo reconoce. Pese a todo, hasta ahí es mejor que cualquiera.

La autoridad que transmite desde fuera poco tiene que ver con el derroche de esfuerzo que Michael emplea en sus brazadas. «Esta carrera ha costado más que cualquier otra», explicó entre soplidos, exhausto después de haber logrado una proeza incomparable. «Quería cantar, quería llorar en el podio porque este año ha sido duro pos sus subidas y sus bajadas. Quería el primer oro bajo mi cinturón», reconoció. Por la calle del cuatro, con la que tiene un contrato vitalicio, Phelps realizó la carrera perfecta. Se extrañó al ver cómo Cseh y Lochte apretaban tanto, algo que sirvió para que apretará los dientes y activara el motor. «Va a ser doloroso, pensé cuando íbamos juntos en los últimos 200. Sabía que iba a necesitar una buena braza cuando giramos juntos en el muro. En los últimos 50 miré a la derecha, vi que iba por delante y empecé a sonreír», relató. Su agenda no le concede respiro. Esta madrugada hora española habrá disputado otra final, la del relevo del 4x100. Su vida en Pekín es tan monótona como aburrida. «Comer, dormir y nadar. Esto es todo lo que puedo hacer. Tomar algunas calorías y tratar de recuperarme lo mejor que pueda», confiesa. La austeridad debe llevarle a la cima del mundo. Michael Phelps se reservó en las series de los 200 metros libre de la tarde (fue cuarto) y no compitió en el 4x100, en donde el equipo de los Estados Unidos batió el récord del mundo en una semifinal. Sin Phelps rebajaron la mejor marcacon Nathan Adrian, Cullen Jones, Ben Wildman-Tobriner y Matt Grevers. Este registro volverá a caer casi seguro hoy en la final.