«Tenía más miedo a hacer diálisis de por vida que a ser operado»
Miguel Ángel Aguilar lleva cinco años trasplantado y desde el primer momento se propuso que la intervención no le haría diferente
Actualizado: GuardarComo un año sabático sin demasiados excesos, casi como unas vacaciones. Así decidió tomarse Miguel Ángel Aguilar, gaditano de Padro del Rey, su aventura en el mundo del trasplante. Desde el primer momento decidió que aquello no era más que un trámite que no iba a cambiar su vida. Tenía veinte años, empezaba a trabajar y hacía ciclismo casi de alta competición. «Trescientos kilómetros a la semana», una marca que no iba a tirar por la borda ante el primer obstáculo. Y vaya obstáculo.
Los síntomas empezaron precisamente por la afición a la bicicleta. «Notaba que no tiraba tanto, que me cansaba cuando estaba hecho un toro», recuerda Miguel Ángel. Tras varias pruebas el diagnóstico era demoledor: insuficiencia renal y una duda en la cabeza. «¿Cómo que no me funcionan los riñones si voy al baño sin problemas?». Lo siguiente vino rodado. Un mes para convencerse de que no había más solución que la cirugía y nueve enchufado a una máquina para depurar la sangre cuando sus riñones no dieron más de sí. «Esa fue la peor parte de todo, porque tenía que hacer dieta y no podía practicar deporte», reconoce el paciente.
Cuando al fin llegó el donante ya había pasado lo peor. «Me daba más miedo hacer diálisis de por vida que la operación», asegura Aguilar. Lo que no cuenta es que a pesar de la diálisis tal vez tampoco hubiera podido salir adelante de no ser por la solidaridad de una familia. «Era el motor de mi casa, mi madre lo sufrió todo el doble que yo», pero una vez fuera de quirófano Miguel Ángel volvió a nacer. «Comía de todo y en cuanto me recuperé volví a coger mi bicicleta». Aun así, por la cabeza le rondaba la triste idea de que mientras él seguía vivo, otra madre lloraba a un hijo.
Pero hay que seguir adelante y ni los inmunodepresores para evitar el rechazo ni los puntos de la incisión lo encerraron en su casa. Participó en el campeonato nacional de trasplantados del que quedó primero y cuarto del mundial. Perico Delgado le regaló una bicicleta y supo adaptar su vida a la nueva situación. «El doctor Rivero no quería dejarme ir, pero cuando me vio con tantas ganas me hizo la autorización».
Han pasado cinco años desde entonces y conserva las mismas ganas. Dice apreciar más la vida, si cabe. Está casado y hace una vida normal. «No puedo tomar el sol en la playa y tengo una medicación de por vida, pero por lo demás disfruto de una salud igual o mejor que cualquier otra persona», admite. Los especialistas insisten en que el estado de ánimo es tan importante como el propio tratamiento y Miguel Ángel es, sin duda, uno de los mejores ejemplos de ello, tal como reconoce Manuel Rivero, jefe del servicio de Nefrología.