Crónicas Padovanas (II)
Actualizado: Guardarl tañido de una campana tempranera rompe cotidianamente el silencio de las mañanas. Ignoro aun si es la de San Danielle o la de la Chiesa Dei Servi, al lado de nuestra casa. San Danielle es pequeña y llena de frescos y pinturas, bajando Vía Roma hacia el Prato, en la Vía Garibaldi. La Chiesa Dei Servi está a la izquierda de nuestro apartamento, bajo unos soportales típicos de Padua, para el resguardo de la lluvia y el tiempo inclemente. Es del siglo XIV, de una sola nave, con olor a siglos y a cera, y viejos muros. A veces, al entrar, pareciera que de un momento a otro surgirá un personaje del Quatroccento o un espadachín herido de muerte buscando acogerse a sagrado. La Vía Roma despierta despacio y pronto, con la luz italiana clara y rotunda de los veranos. La panadería de al lado nos trae cada día las muestras artesanas de variada bollería, junto a la ya familiar acqua leggermente frizzante y otras delicias de factura claramente tradicional y casera, entre ellas unas berejenas a la parmesana absolutamente de cinco estrellas. Mi camino cotidiano de las primeras horas termina en el Palazzo de Il Bo, sede del Rectorado y de algunos departamentos. Allí está el despacho del Pro Rettore Vicario Giuseppe Zaccaria, el amable profesor que me acoge intelectualmente, y la pequeña biblioteca en la que, en solitario, dispongo de mi tiempo, las revistas y los libros. Me han asignado una tarjeta para que haga las fotocopias que necesite, y cada vez que lo preciso las amables secretarias me ayudan en lo que fuera menester. En realidad el acogimiento ha sido extremadamente cortés y amable. El ambiente que se respira ayuda a la concentración, y, en mi caso, el continente arquitectónico en el que trabajo mucho mas. Cada mañana cruzo el patio nuevo, obra del arquitecto Fagiuoli, con sus esculturas de relieve y el recuerdo de la historia política italiana reciente. Padua no parece tener problemas con la memoria histórica, si hacemos caso a lo que leemos esculpido en la piedra, en las alturas del segundo patio nuevo del Rectorado: Benito Mussolinni Duce D' Italia. Dentro están los frescos de Massimo Campigli, las esculturas de Arturo Martini o las pinturas de Pío Casarini. Al lado izquierdo, según entramos de la calle, la joya del siglo XVI de su Cortile Antico, del arquitecto Andrea Moroni, con sus viejos muros cargados con los bellos escudos de armas de sus alumnos. Fuera, golpea un calor inusual, pero Padua no se inmuta. Dan la una en los relojes y es hora de terminar el trabajo. Todavía queda mucho por disfrutar.