
Los escombros de la URSS
Moscú nunca se ha resignado a perder la influencia sobre sus ex satélites tras la caída del imperio soviético
Actualizado: GuardarEl conflicto que acaba de estallar en Osetia del Sur, región que pertenece a Georgia pese a ser independiente 'de facto', es el más grave que se registra tras el final de la guerra que entre 1990 y 1992 libraron los separatistas osetios y las tropas enviadas por Tiflis. Pero lo que hace que la situación sea ahora mucho más inquietante es la participación del Ejército ruso en los combates.
Moscú nunca ha ocultado su simpatía hacia los secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia, otra provincia que también se autoindependizó. El Kremlin hace tiempo que concedió la nacionalidad rusa a la mayoría de los habitantes de ambos enclaves y ahora se propone ayudarles con las armas en la mano. El problema se remonta a la desintegración de la URSS, cuando una Rusia debilitada se resistía a perder la influencia sobre su antiguo imperio.
Las guerras en Abjasia, Osetia del Sur, Nagorno-Karabaj (Azerbaiyán) y Transdniester (Moldavia) fueron instigadas por Moscú a comienzos de los 90 como forma de frenar las ansias de emancipación de algunos de los nuevos estados surgidos sobre los escombros de la URSS. En el Kremlin se consideró que aquellos países se estaban apartando demasiado de su órbita y era necesario, no sólo darles un escarmiento, sino crearles contrapesos con la ayuda de los movimientos secesionistas que crecían entonces por todas partes.
Cierre en falso
Se consiguió poner fin a aquellas conflagraciones, pero las heridas quedaron abiertas. Los conflictos han continuado latentes y sin solución. Hasta el punto de que Moscú no ha cesado de sugerir a Georgia, Moldavia y Azerbaiyán que sus pretensiones de restablecer la integridad de sus territorios son algo ya ilusorio.
En noviembre de 2003, cuando la llamada 'revolución de las rosas' derrocó al veterano Eduard Shevardnadze y posibilitó la llegada al poder de Mijaíl Saakashvili, las autoridades rusas decidieron inflamar de nuevo los ánimos separatistas en Abjasia y Osetia del Sur para debilitar al nuevo líder georgiano. Ya entonces, Saakashvili, empeñado en recuperar los territorios perdidos, les ofreció una amplia autonomía dentro del Estado, lo que sigue siendo rechazado.
El presidente georgiano se quejó también de la escasa imparcialidad de las fuerzas de paz rusas en Abjasia y Osetia del Sur, cuya presencia fue acordada tras la firma de los acuerdos que pusieron fin a las hostilidades. Tiflis exige que los soldados de Moscú sean sustituidos por cascos azules internacionales. La detención de seis oficiales rusos acusados de espionaje dio lugar en octubre de 2006 a una desproporcionada respuesta del Kremlin. Todos los transportes desde Rusia a Georgia por tierra, mar y aire fueron suspendidos así como el servicio de correos y las transferencias bancarias.
Las sanciones fueron levantadas en abril. Pero un mes antes, Moscú reanudó la ayuda económica a Abjasia y Osetia, reforzando además su contingente militar en la zona. Para justificar tal actitud, Rusia esgrime las ansias de Tiflis de ingresar en la OTAN, la presencia de especialistas militares estadounidenses en Georgia y la posibilidad de que la república caucásica pueda terminar colaborando con Washington en su proyecto de escudo antimisiles.
EE UU propuso a principios de julio la celebración de una conferencia internacional para resolver los conflictos de Abjasia y Osetia del Sur y ha pedido a Rusia ser «parte del arreglo y no del problema». Sin embargo, Moscú no ha hecho ningún esfuerzo para disuadir a las dos provincias rebeldes de que cedan, aunque solo sea un milímetro.