Conflicto de intereses
La polémica suscitada en torno a la participación en los Juegos de Pekín del delantero del Barcelona Leo Messi y de otros dos jugadores del Schalke 04 y el Werder Bremen ha reavivado el dilema sobre si el sueño olímpico ha de anteponerse a los intereses de los clubes en un deporte tan profesionalizado como el fútbol. El conflicto es recurrente y ha afectado a otras disciplinas como el baloncesto: hay que recordar que Toronto Raptors prohibió al ala-pívot Jorge Garbajosa alinearse con la selección española en China por haber sufrido una grave lesión tras disputar el Eurobasket. Es una buena noticia para los aficionados que el 'caso Messi' haya acabado solventándose de manera salomónica. El Barcelona ha optado por respetar los deseos del jugador, a pesar de contar a su favor, al igual que los dos equipos alemanes, con el dictamen del Tribunal de Arbitraje Deportivo que le permitiría forzar su regreso y convocarle para la fase previa de la Champions. Como contrapartida, ha logrado que la selección argentina suscriba un seguro en caso de lesión y se ha evitado los efectos contraproducentes que habría acarreado a estas alturas el retorno obligado del goleador. De ahí que la rocambolesca solución encontrada clarifique el contencioso en términos legales -los clubes podrán retener a los jugadores menores de 23 años, ajustándose a la recomendación del Tribunal para que se procurara una salida pacífica.
Actualizado: GuardarLo ocurrido refleja la paradoja que supone que el fútbol, el deporte más globalizado del mundo y el que más fácilmente identifica a quienes lo practican con el sentir colectivo, tenga en los Juegos un estatus de disciplina menor. Esa condición responde en parte a los límites de edad impuestos para poder concurrir, lo que significa que la mayoría de los futbolistas son, en el mejor de los casos, estrellas en ciernes cuyo atractivo se desvanece ante el brillo de otras competiciones olímpicas de más larga tradición y el espectáculo cotidiano que ofrecen las ligas nacionales e internacionales. La pujanza de estas últimas se contrapone con frecuencia a los intereses de las selecciones estatales. De ahí que si bien resulta comprensible que los futbolistas también quieran ser olímpicos, los clubes estén en su derecho a proteger a quienes les proporcionan prestigio valiéndose de la proyección que les proporciona su camiseta habitual.