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Expectativas paradas

El repunte sufrido por el paro en julio, en el que perdieron su empleo 36.492 trabajadores, quiebra la tendencia de un mes propicio para las contrataciones temporales y ensombrece aún más un panorama económico huérfano de estadísticas que alivien la inquietud de los ciudadanos. Este incremento sitúa el desempleo en los niveles más elevados de la última década. La provincia de Cádiz tampoco escapa de esta preocupante situación y los desempleados gaditanos suman una cifra, 117.390 parados, que no encontraba marca similar desde 1996. A pesar de estos datos, Cádiz es la provincia andaluza donde menos subió el desempleo en julio, ya que la creación de 422 empleos en el sector servicios, temporales y vinculados al turismo en su mayor parte, ayudan a maquillar estos malos resultados. En apenas un año casi medio millón de personas ha perdido su empleo en el país, lo que, unido a los síntomas de flaqueza en las afiliaciones a la Seguridad Social, coloca a España al borde de la destrucción de empleo. El regreso del fantasma del paro no sólo paraliza las expectativas de muchos ciudadanos y de sus familias, con su consiguiente y negativa repercusión sobre el consumo interno. También es el indicador que mejor refleja la profundidad de la crisis en nuestro país, dado que encuentra explicación en el agotamiento del mercado inmobiliario sobre el que se cimentaba el crecimiento y evidencia el efecto que su desplome ejerce ya sobre el resto de los sectores, con una industria incapaz aún de actuar como recambio de la construcción, un sector que en Cádiz perdió durante julio 396 empleados.

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En este decepcionante contexto, la afirmación del vicepresidente Solbes de que la aspiración de alcanzar el pleno empleo respondía más a una ambición del programa electoral del PSOE que a un análisis técnico realista trasluce tanta frustración como impotencia ante el estancamiento de la economía. Pero el retraimiento en el mercado laboral no se explica sólo por la fatal coincidencia de factores adversos. La pujanza del sector inmobiliario llevó a descuidar los riesgos que se escondían tras contrataciones masivas de trabajadores con una limitada cualificación, a los que no se ofrecía progresar en sus capacidades formativas. Los esfuerzos concentrados en el ladrillo ralentizaron el impulso que precisaban otras actividades productivas, al tiempo que se profundizaba en un modelo lastrado por las insuficientes inversiones en modernización tecnológica y en el que la estabilidad en el empleo no ha ido acompañada de una mayor movilidad de los trabajadores. Déficits que son difíciles de solventar en situaciones de crisis, cuando los recursos públicos mermarán necesariamente para cubrir los nuevos costes que genera el paro.